domingo, 23 de enero de 2011

Manifiesto por la paz - Jesus María

Me pidieron que escribiera un texto para leerlo en el día de la paz del colegio... Como no me han dado más pautas que la originalidad he hecho algo bastante atópico... pero creo que se entiende el mensaje.



¿Alguna vez os habéis dejado llevar por el instinto y habéis empezado a encadenar pasos sin un destino prefijado? ¿Habéis dejado a un lado, aunque sea por un momento, los problemas cotidianos para echar a volar la imaginación? Probad un día a perderos entre el gentío y fijaos en la gente. Quizá os llame la atención ver algo que llevo comprobando desde hace algún tiempo: que los turistas siempre están mirando hacia arriba. En serio, estad atentos. Seguro que encontráis a un grupo de japoneses o ingleses armados con sus cámaras fotográficas y disparando a discreción, tratando de guardarlo todo en la memoria. Y siempre mirando hacia arriba…siempre.

A veces las rutinas nos impiden ver cosas que tenemos delante. Así, cuando visitamos una nueva ciudad, nos quedamos maravillados con la disposición de las calles, con la arquitectura de los edificios antiguos, con las cúpulas de las iglesias o con los escudos señoriales que presiden las casas antiguas.
Y, sin embargo, no sabemos admirar los tesoros de nuestra propia ciudad. Arrastrados por las prisas, por la actividad continua y por la presión de la sociedad nos pasamos el día de un lado para otro, corriendo, mirando hacia el suelo y pensando en lo que tendremos que hacer después, con las manos en los bolsillos o cargando con las bolsas de la compra, la merienda del hijo o los apuntes de la clase de historia.
Y de esa forma, nos olvidamos de todo cuanto nos rodea. A lo sumo nos detenemos en un escaparate, pero nunca levantamos la vista.

Algo parecido le sucede a la humanidad. Acostumbrados como estamos a abrir los periódicos y encontrarnos con miserias, asesinatos y delitos, e influenciados por una historia plagada de guerras movidas por la ambición humana, la existencia de conflictos armados nos parece algo cotidiano, normal e irresoluble, y la achacamos a la estupidez del ser humano.
¿Pero no va siendo hora ya de levantar la vista de las rutinas incrustadas en el asfalto para vislumbrar nuestro potencial, en lo alto de los edificios?
Quizá hayáis oído hablar de las sondas Voyager. En los años 70 lanzaron varias sondas para explorar el espacio. Alguna de estas sondas ya ha traspasado los confines del Sistema Solar y, alejada de su órbita, flota sin rumbo hacia los confines del universo. En cierta forma, estas sondas son como la botella de un náufrago.
En cada una de las sondas se introdujo un disco de oro. Un disco en el que se grabaron saludos en todos los idiomas, canciones de los Beatles, música de Mozart y Beethoven…
Imaginad, por un momento, que gracias a este alarde de optimismo de Carl Sagan, el astrónomo que ideó esta experiencia, una civilización extraterrestre se hiciera con nuestro disco y nos escuchara. Imaginad que escucharan a los Beatles, a Mozart… Imaginad la impresión que les causaríamos, lo conmocionados que quedarían al conocer nuestro potencial. Sin lugar a dudas, nuestro planeta les parecería un lugar maravilloso.

¿De verdad creéis que se plantearían siquiera que aquí existen guerras? Después de escucharnos pensarían que somos una raza superior, capaz de encontrar un sistema social y de relaciones intergubernamentales en los que predominara la solidaridad y la justicia.

A veces hace falta que un turista mire hacia arriba para que nosotros nos demos cuenta de lo preciosa que es la catedral de nuestra ciudad, o que alguien ajeno a nosotros crea que somos superiores, para que nos convenzamos de ello.

Quizá nos falte eso, ser conscientes de nuestra propia grandeza y potencial para convencernos de que la paz no es un fin utópico, sino un objetivo fundamental a nuestro alcance desde el que debemos construir nuestras vidas y perseguir nuestros sueños.

Porque la felicidad no es un privilegio, sino un derecho de todos.
Y quizá sea hoy el día en el que, reunidos todos como estamos en el patio, debamos convencernos de que realmente podemos cambiar las cosas, para dar una lección a generaciones pasadas y venideras, y así poder admirar sin complejos y con tiempo la maravillosa arquitectura que conforma la humanidad.

1 comentario:

  1. En conjunto a mi me parece que está muy bien. Es original y se entiende el mensaje.

    Te dará su opinión el tutor o tutora.

    Yo cambiaría tres cosas, que en esencia no hacen que sea distinto.

    Te comento:1)en el párrafo "Después de escucharnos pensarían que somos una raza superior, capaz de encontrar..."
    2)en el párrafo "o que alguien ajeno a nosotros crea que somos superiores, para que nos convenzamos de ello"

    " somos una raza superior" y "que somos superiores" suena mal. Quizás: "somos una especie muy desarrollada" "que somos capaces de hacerlo bien o mejor". Lo de ser superior tiene demasiada connotación a raza ária y no creo que deba haber nada que pueda llevar a pensar en eso, el día de la paz...

    3)En el último párrafo, en "para dar una lección a generaciones pasadas y venideras" suena demasiado pretencioso, quizás: "recordando a los que se esforzaron en generaciones pasadas y animando a los que quieran hacerlo de las venideras".

    Bueno, repito que lo lea quién te lo ha mandado y opine. Salvo lo que te he comentado, para mi está genial y han hecho bien en pensar en tí para hacerlo.
    Sólo hay que quitarte esa dosis de formar parte de la generación convencida de hacer todo lo que los demás fueron incapaces. Es bastante lógico pensarlo a tu edad, con los ideales a tope; luego va pasando el tiempo y se consiguen menos cosas de las que se creía.
    Claro que si no se piensa así a esa edad, no se cree en el cambio.

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