jueves, 26 de julio de 2012

Y ya no sé si la tormenta está dentro de mí o fuera

Cosas que uno aprende cuando crece

He aprendido que el mundo es perfecto si no lo cuestionas,
que anhelar es la peor forma de conseguir que lo que deseas llegue.
Hoy sé que incluso en el silencio flotan palabras
y mecido en ellas te espero, sin saber aún quién eres.
Hoy sé que unos llaman esperanza a lo que otros llaman Dios,
y que muchas veces la confunden con un arma.
Soy consciente de que crecer es renunciar a tus sueños,
apilarlos en una rama mecida por el viento
a la que poder mirar cuando la nostalgia te pueda.
Ya lo dijo el rey del pensamiento:
La felicidad es una alegoría y la desdicha una historia.
Y en nuestra renuncia se suceden saltos, meandros
y remolinos que entrecruzan nuestras historias
y les dan sentido.
Somos lo que merecemos,
y a veces toca morir de miedo,
tristeza o celos
aunque no entendamos por qué.
Y es que la noria de las transgresiones gira irremediablemente
pero cuando uno es consciente de su rumor,
el peso de la pena parece ridículo.

martes, 17 de julio de 2012

Kafka en la orilla

Pero a lo largo de mi carrera como docente me he encontrado con varios casos semejantes. Con niños que tienen talento, y justamente porque lo tienen, los adultos que los rodean les van poniendo el listón cada vez más alto. Y suele pasar que esos niños, agobiados por los problemas reales que les plantean, vayan perdiendo gradualmente el entusiasmo y la alegría lógicos ante la meta superada. Los niños que se encuentran en esos ámbitos pronto acaban encerrándose en sí mismos, escondiendo sus emociones genuinas. Y hace falta mucho tiempo y esfuerzo para lograr abrir de nuevo sus corazones. La mente de los niños es muy maleable y se puede moldear de muchas maneras. Pero una vez que se ha moldeado y endurecido cuesta mucho volver atrás. En la mayoría de los casos es imposible.

viernes, 13 de julio de 2012

Macabro

A veces me entierro en profecías macabras
-ya sabes cómo es mi mente,
peor en sus delirios que las tramas de Murakami-.
Hay un pensamiento recurrente,
uno tan probable que se me antoja aterrador.
Un plan de ruta que cualquier navegador
escogería por ser el más factible.
A veces pienso, y me embarga la noche,
que cuando yo muera, tú no tendrás noticia.
A veces pienso , y esto es más difícil,
que cuando el ocaso estire sus brazos
me preguntaré día y noche
si tú aún habitas mi mundo.

sábado, 7 de julio de 2012

Lo que Patricia escribió afilando la bruma

Me parece que este blog llega a su fin. Nació para convertirla en literatura y no se me ocurre mejor forma que cerrarlo con algo que ella escribió. No dejaré de escribir pero ya es hora de cambiar canales y temas, ¿no es cierto? Después de las vacaciones os dejaré un nuevo link. Y ahí encontraréis otro de mis universos psicodélicos. Gracias a los que me leísteis y me leéis. Gracias a los que estuvisteis en los momentos buenos y en los malos, que tan fácilmente pueden deducirse de mis escritos. Gracias por acompañarme en este cubículo de emotividad sangrante. Ahora toca perseguir nuevos horizontes.




Lloraba por lo que mis actos avivaban, por los niños tirados en la calle, 
por los ancianos que eran robados,
por las cosas tan bonitas que escribías... en conclusión, lloraba por demasiadas cosas.
 Pero nunca había llorado de alegría. Y siempre me cuestioné cómo podrían hacer eso.
Nunca tuve claro que se pudiese, de hecho.


El otro día lo comprobé. ¡Dios! Es genial.
Estaba en el autobús de vuelta del viaje de estudios sentada con mi amiga de toda la vida.
 Ibamos presumiendo de nuestro nuevo móvil del cual no nos separábamos ni un sólo instante. 
Detrás iba él. Todavía le quería... pero no podía hacer nada.
No estaba segura de poder hacerle feliz como él merecía.


De hecho, no creo que pueda hacerle feliz a nadie.
¿Inseguridad? ¿Baja autoestima? Puede ser. Pero es inevitable.
 No conozco las razones por las que un tío como él: inteligente, divertido, 
querido  por todos y con unos preciosos colmillos podía querer a alguien como yo: 
bajita, normal, más gorda que delgada y sin dientes afilados a la vista.


Pero entonces, mi amiga se durmió e hicimos una parada en una gasolinera. 
Él tenía sueño, se percibía en su pelo desgreñado y sus ojos llorosos - aunque esos son más habituales-.
 Entonces, me atreví a preguntarle si podía sentarme al lado suyo y me dijo que sí.
 Por supuesto. Creo que el seguía queriendome y lo peor, es que yo no sabía cómo decirle que también.
 Que no sé por qué razón del destino, el karma, Dios o quien fuese esa fuerza 
provocaba un final trágico en mis relaciones.


Y se iba acercando el momento. La verdad, es que pensandolo en frío no es significativo.
 Pero Dios... me sentía tan bien. Bueno, no adelantemos acontecimientos.


Nos sentamos y me dejó un auricular. Me puso canciones de Ivan Ferreiro e Ismael Serrano. 
Me cantaba al oído y yo suspiraba por dentro. ¡Qué bonita voz!
Me apoyé en su hombro y poco a poco fui cerrando los ojos.
 Los abrí unas cuantas veces hasta que al fin, vi que él también los había cerrado. 
Y entonces, sonó una canción. Esta era de Maldita Nerea - Cosas que suenan a triste- y escuchaba la letra.
 Le tenía tan cerca y a la vez tan lejos.
 Entonces me repetí una vez más que besarle sería algo inapropiado e inconsciente.
 Y se me cayeron las lágrimas. Porque él me quería tal y como era y tenía que admitirlo de una vez. 
Porque había alguien que me podía querer y... lo mejor de amar, es ser correspondido. 
Y aunque no pudiera darle un beso... sentía que nos complementábamos, 
que siempre estaba presente y que lo nuestro nunca había terminado.
 No éramos buenos amigos, éramos una buena pareja.
 Pero sólo quedaban los restos en mi mente y en nuestros sueños.


Entonces... solo tendría que esperar. Aguantarme como lo había estado haciendo durante meses.
 No podía volver a hacerle tanto daño. No, por favor. No se merecía nada de eso.
En cambio, tenía que llegar el momento en el que mis deseos superasen mi lógica aplastante.
 Un bonito beso de despedida y reencuentro a la vez. Bonitos recuerdos que traer otra vez a la memoria.
 La próxima vez, dejaré que seques mis lágrimas. Junio siempre fue un buen mes.

viernes, 6 de julio de 2012

S

Nos encontramos por chamba
y yo apenas respondí
a tu sonrisa de plenilunio.
Es cierto que me pillaron
por sorpresa tus ojos
al doblar la esquina,
pero no menos cierto
que de haberse tratado
de un encuentro premeditado
mi reacción hubiese sido la misma.
Un saludo esquivo, apenas una mirada.
Entiendo tu enojo.
Entiendo que pienses
qué idiota este pibe
que persigue mis pasos
y cuando al fin me encuentra
se hace el airado.
Y quizá, no del todo,
tengas parte de razón.
Pero es que yo
no soy amigo del azar
y encontrarte
en Buenos Aires
no puede ser más que el preludio
de una historia inacabada:
un encuentro infértil
en el que chocar cristales
y brindar por el eco
de nuestro naufragio.
Y yo no quiero eso.
Si algún día hemos de juntarnos,
por favor, que no debamos dar gracias
al azar o la suerte
y que podamos congraciarnos
de nuestra voluntad y empeño.