sábado, 29 de septiembre de 2012

Nuevo curso y promesas viejas.
Estudiar más y no volver a enamorarme.
Nuevo curso y trampas viejas.
Un único sitio libre.
A su lado,
tu sonrisa.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Optimidad

Será porque tu excepción
confirma la regla
de que lo establecido es lo óptimo.

Será que no me habitúo
a la ausencia de tu boca
que se proyecta, fúnebre,
en mi mueca triste.

Será que los sentidos perciben
la disonancia manifestada
al alejarnos hasta un mirador remoto
a mil mundos de aquí
e intuir,
entre el polvo cósmico
esparcido en la Nebulae,
dos motas que debieran
estar más cerca,
unos centímetros apenas.

Distancia irrisoria,
que sin embargo,
todo lo altera.

Será por eso,
porque sé que lo óptimo
está a un puñado de centímetros
por lo que no me quedo parado.

Sin dejar de ansiar,
en perpetuo movimiento,
que mi fluir nos junte.


jueves, 20 de septiembre de 2012

Cuatro pulgadas

Mientras trato de secuestrar tu mirada
mis suspiros se pierden con el verano.
Imposible, una vez más,
mantenerte a esta orilla de la realidad.

Mis redes están rotas
y te aprovechas, huidiza,
de las circunstancias.

Mis redes están rotas.

Quizá debería cambiárselas
a esa sonrisa virtual
que atrae tu atención
a una dimensión imposible.

Cuatro pulgadas
bastan
para que mis pretensiones
aterricen,

Cuatro pulgadas
te hacen olvidar
mis dedos en tu pelo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Nerviosa

Nadie, salvo yo,
podría delatar tu nerviosismo.

No apartas tus ojos de los míos.
La duración de tus pausas
es convencional.
Las palabras, precisas.
Los gestos, sistemáticos.

Nadie podría augurar
que aquí y ahora,
hablando de todo y de nada,
tu corazón galopa
y tú, desconcertada,
no atinas a encontrar la rienda.

Pero yo he aprendido
a mirar tu sombra,
que fuma ansiosa
y con los cuellos alzados
y trata de verlo todo sin mirar apenas.

Yo no puedo saber
si te escondes de mí o de tí misma,
del amor o de un secreto,
pero sé que esa serena atención
que posas en mis palabras es de mármol.

Y es tan pesada, amor, que mis palabras se quiebran.

Septiembre

Qué tendrá Septiembre
que lo vuelve todo poesía.
Cuál será su encanto.
Quizá sean las agujas del ocaso,
más tumbadas que nunca,
las que, recordándonos la existencia
de un Dios de plomo,
nos hacen refugiarnos en recuerdos.
Será que nos despedimos de la luz,
y emprendemos una agónica travesía
que nos lleva por un tiempo de nostalgias yermas
que ni los cuerpos sellados espantan.
Qué tendrá Septiembre,
que me revuelve la memoria
y te arranca del pozo profundo del olvido.
Diciembre te ama con desatada furia.
Marzo me enseña que un cuerpo
tiene más calor que el que da el recuerdo.
Junio juega conmigo a hundir tragedias.
Pero Septiembre te rescata,
más brillante, delgada, más guapa.
Como si el verano hubiera pasado por tí
y el resto del año hubiera tratado de evitarte.
Como si las dudas que me encorvan
contigo mostraran clemencia
y para tí no hubiera, salvo amar,
empresa indispensable.
En Septiembre envejezco,
y el resto del año trato de recuperarme.
Qué tendrá Septiembre.
Qué hará para cubrirnos
con su manto de lirismo.

Isla

Septiembre celebra de nuevo
la explosión de vida en el campus.
El aulario se llena con un remolino apresurado de voces,
un torrente juvenil que colorea las paredes blancas.
Sentada justo delante de mí,
Isla atiende callada.
Las flores del motivo de su vestido
maldicen en silencio el recogido de su pelo,
y buscan en vano la forma de trepar por su cuello.
Yo sueño - el profesor habla-
con ser hiedra eterna en ese tallo ebúrneo
que sostiene su cabeza.
Yo sueño- sigue hablando-
con habitar la humedad de su sombra
y resistir temporales e inviernos al abrazo de su risa.
Miro absorto el carro de la cremallera,
que, abrumado quizá por tanta belleza,
no llega a sellar el cierre.
Asoman aún tres dientes desnudos,
tres dientes buscando su par,
tres dientes y una invitación al deseo.
Así navego en las primeras tardes del curso,
soñando el mapa de deseo que me insinúa una cremallera.
Septiembre celebra de nuevo
la explosión de vida en el campus
y yo me siento su cómplice.

martes, 11 de septiembre de 2012

Vértigo

Me dan vértigo tus ojos.
Parecen tan profundos...
En ellos caben todas las verdades
y mentiras de este mundo.
En ellos caben la guerra
y la paz impuesta
de aquellos que te aman
con callada furia.
En ellos yacen
enterrados mis sueños.
En ellos me reflejo,
pequeño frente a ti
y me siento más cercano
a esa imagen reflejada
que a mí mismo.
Será que me devuelven
algo distinto a lo que les lanzo.
Será que endulzan
mi condescencia y
bruñen la armadura
que siempre visto.
Me dan vértigo tus ojos,
y no siempre admito
cuánto me marean
con su falsa violencia,
con esa ensayada atención
que parece diseccionar
mis movimientos
con una díscola mezcla
de reproche y ternura.
Me dan vértigo tus ojos
y a veces echo en falta
una barra que me ayude
a equilibrarme.
Pero tú ya sabes 
que me encanta el riesgo.
El riesgo y tus ojos.
Tus ojos y el vértigo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Reencuentro

Llueve a cántaros.
Vaya un día eligió para un reencuentro.
Ten, sécate, estás en tu casa
-por supuesto no lo está-.
Ella asiente, cansada,
qué viaje tan largo,
¿en qué pensabas al comprar
una casa tan lejos del mundo?
Sonrío.
Siéntate,
estoy contigo en un momento.
Llevo su abrigo al armario.
Es el mismo, me parece,
aquel que llevaba
las largas tardes de invierno.
Reviso el fuego,
la cena pronto estará lista.
Descorcho una botella.
¿Aún bebes?
Menos, a él no le gusta.
Hago una mueca desde la cocina,
ella no puede verme.
Qué desastre,
pienso,
qué felices los días
en los que no hacían falta prolegómenos
para acuchillar con verdades.
¿No se te hace grande la casa,
con tantas habitaciones,
viviendo tu solo?
No contesto.
Finjo estar ocupado en la cocina.
Me ha sorprendido su rapidez.
Pensaba que haría falta
más tiempo y vino para que abriera fuego.
Me apoyo en la encimera.
Impecable, impoluta,
como toda la casa;
ella había avisado
de su visita con antelación.
¿En qué momento
empezamos a avisar
de las visitas?
¿Y cuándo
empecé a limpiarlo todo porque ella venía?
Ella, que tantas noches durmió
en el apartamento del centro;
ella que rumió felicidad
en ese cuartucho mal ventilado y sucio
en el que celebrábamos,
siempre de noche,
 estar vivos.
¿Cuándo crecimos de golpe?
Suspiro.
Me invento tareas
para aplazar la conversación.
Corto el pan.
Limpio, otra vez, la encimera.
Busco un jarrón grande,
uno que mantenga fresco su ramo de mentiras.
Lo lleno de agua.
Las coloco con cuidado.
¿Te gustan?
La miro en silencio y
me siento por fin a la mesa.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sorprendida

No te di tiempo a recogerlo todo.
Cuando volví del trabajo,
más pronto de lo habitual,
te encontré sorprendida,
mirándome mirarte
y sin tiempo ya de ocultar
tus manos.

Pelabas certezas.
Retirabas la monda cuidadosamente
y dejabas relucir la duda,
desnuda,
brillante.

Aquel ente que fuimos

Como sé que a veces regresas del olvido para leerme,
yo también, a veces, hago malabares con recuerdos.
Empieza a ser incómodo recordar
lo que sentía cuando te reías,
me hablabas, me mirabas, me tomabas la mano...
y no poder rescatar del olvido tu risa,
tu voz,
tus ojos,
tu tacto.
Empieza a ser incómodo echarte de menos
y no acordarme de los nombres
que pusimos a los problemas,
de las excusas que improvisamos
y las huidas que planeamos.
Y en este fallido intento de abrazar sombras
y aferrarme a la brisa,
comprendo que no atiné a olvidarte
y me conformé con cubrir de dulce amnesia
aquel ente que algún día fuimos,
juntos,
y la risa
los contactos
y juegos compartidos.
Me abandonaste, sí,
pero nunca la nostalgia.