viernes, 14 de septiembre de 2012

Nerviosa

Nadie, salvo yo,
podría delatar tu nerviosismo.

No apartas tus ojos de los míos.
La duración de tus pausas
es convencional.
Las palabras, precisas.
Los gestos, sistemáticos.

Nadie podría augurar
que aquí y ahora,
hablando de todo y de nada,
tu corazón galopa
y tú, desconcertada,
no atinas a encontrar la rienda.

Pero yo he aprendido
a mirar tu sombra,
que fuma ansiosa
y con los cuellos alzados
y trata de verlo todo sin mirar apenas.

Yo no puedo saber
si te escondes de mí o de tí misma,
del amor o de un secreto,
pero sé que esa serena atención
que posas en mis palabras es de mármol.

Y es tan pesada, amor, que mis palabras se quiebran.

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