martes, 29 de enero de 2013

Magia cotidiana

Era la mía una sonrisa humilde.

Apenas veía tu mano
errar imprecisa
tanteando las anillas que colgaban
del techo del autobús.

Apenas tu mano,
levantando su vuelo
entre un baile de cabezas,
temeraria,
dibujando en las alturas
cabriolas imprudentes.

Me pareció ver en aquella
paloma suicida
la misma pureza extrapolada de ti misma,
locura a duras penas encauzada.

Pero nadie se giró.
Nacía una flor,
el día ensayaba un amanecer
y tu mano retaba a la lógica,
pero los pasajeros dormitaban
ajenos a la magia cotidiana.

Reproches

Decías todo el mundo se equivoca
con la sutil impertinencia
del que cree que la vida
es un poema no reescribible.
Yo me quedé un rato
columpiándome en la coma
que dejaste caer para tomar aire,
cavando una trinchera
en la que defenderme
de tu siguiente acometida.
No deberías ser tan crítico,
y levantaste las cejas,
curiosidad fingida del canalla
que muestra un espejo
al enfermo terminal.
¿Te reconoces?,
dijo la sombra que te habita.

sábado, 26 de enero de 2013

No es un poema

No es un poema por oscilar
o encerrar la verdad en un búnquer.

El arte lo crean las manos,
no se desata en círculos de improvisación
o casualidad.

No es un poema si llama beso al beso,
si llama al amor música,
si llama magia al secreto.

No es un poema
si no afila la semiótica,
si no apura el espacio
y ensarta el ánimo del lector.

Que pidan clemencia al leer,
que sufran su desnudez,
su secreto nunca más íntimo,
su verdad nunca más propia.

No es poema
si no es un espejo.

domingo, 20 de enero de 2013

Escéptico

Hablabas de la magia
como si pudieras sostenerla entre los dedos.
Una realidad huidiza,
un animal extraño
que insólitamente
aparecía de noche en tu carretera.
Hablabas de bruma y ciegos,
y yo asentía con una complicidad fingida.

Es una mala costumbre fraguar las metáforas.
Asimilarlas a mi caótica percepción.
Pero no pude evitar ser entonces
un ciervo en una vía poco transitada
a punto de ser golpeado por tu misticismo.

Hablabas de la magia
como si pudieras sostenerla entre los dedos
y yo miraba tus manos con atención.
Tan normales,
tan mundanas.

miércoles, 16 de enero de 2013

Gris

Ya no lo recuerdas
pero yo siempre di la cara por ti.
Discutí con un sol 
cansado de tus eclipses.
Amainé la tormenta
celosa del gris de tu iris.
Te disculpé 
frente a un arco iris enojado
que creyó suyo
el cromatismo de tu risa.
Pero al fin
me cansé de luchar con mi mundo.
Y ahora que me rindo
y aprendo a olvidarte
me despierta como ayer un sol
enojado por tu pulso airado.
Le entiendo. Estás radiante.
Pero ya no eres mi lucha.
Creo que me acostumbré a la sombra.
Que aprendí que el gris de mi vida
es más benévolo que el de tu mirada.

lunes, 14 de enero de 2013

Los girasoles

Aún no sabíamos qué significaba adaptarse.
Quizás por eso creíamos ser dioses
jugando con la inocencia de los girasoles jóvenes.
Recuerdo bien tu sonrisa
cuando te enseñé a ser, en la noche,
la reina de un baile en un mar amarillo.
Solo te hacía falta una linterna
para que el campo entero se diese la vuelta.
Yo creía ver sonrisas despertando, enamoradas,
en las flores.
Quizá aún no sabía qué significaba adaptarse,
ni llegaba a intuir que los caminantes a Santiago
solían dibujar caras entre las pipas.
Quizá, cachorro soñador,
prefería pensar que aquellas muecas eran
nostalgia insinuada de la noche,
y no una realidad sin luz.

Los girasoles crecieron, como nosotros,
y se resignaron a mirar inevitablemente al este,
sin hacer caso a tu baile, otrora más jovial,
igual de puro,
esperando a que saliera el sol.

Y nosotros crecimos, como los girasoles,
y dejamos de ver en aquellas sonrisas apagadas
la nostalgia insinuada de la noche.

domingo, 6 de enero de 2013

Perdónenme ustedes

Perdónenme ustedes,
ya habrán llegado a intuir
por mi acento y maneras
que me hallo muy lejos
de los círculos que frecuentan.
No querría molestarles,
pero estoy seguro,
gentilhombres,
de que su sapiencia
habrá de mitigar
esta duda que me quita el sueño.
Resulta que yo,
que soy y siempre he sido pobre,
guardaba en un cajón
las pocas reliquias
que una vida humilde
deparan a un buen hombre.
Apilados estaban
el recuerdo de la voz de mi madre,
la frescura de la huerta
cuando amanece,
una genética poco propensa a la calvicie,
un reúma condescendiente,
la cabezonería de familia,
que a veces, no siempre,
no es del todo mala,
el buen hacer con los animales
y los niños,
la prudencia en lo económico,
el coraje en lo amoroso,
y el buen perder.
Tenía un sitio especial
para aquello que ustedes
me regalaron hace treinta años.
Lo llamaron soberanía,
y yo, que no fui mucho a la escuela,
seguí su consejo de ponerla a buen recaudo.
Pero ahora cada vez que hago recuento,
no aparece por ningún lado,
y en su lugar sólo encuentro
voces que hablan de nuevos tiempos y mercados.
El caso es que no sé
si preocuparme o no darle más vueltas.
Quizá ustedes,
con su sapiencia,
sepan darme respuesta.

Lo peor para el amante

Lo peor para el amante
era ver frecuentemente fotos de ella.
La veía constantemente en revistas
y almanaques.
Su sonrisa le asaltaba desde el opi
si él hacía tiempo esperando
el autobús destino olvido.
A veces, y esto es lo peor,
no aparecía sola.
A veces, escoltada
por un tipo menos vulnerable
y, a todas luces,
más inteligente,
su sonrisa era más amplia,
eco ampliado de un sonrisa añeja.

Sorprendentemente, un día
el amante se vio sonriendo al mirar
la sonrisa impresa de ella.
Entonces, consciente de pronto
de una felicidad eventual
ocasionada por la felicidad ajena,
se reconcilió con los espejos.

La chica de Wilt

Yo que siempre he sabido
que la literatura es la hermana guapa
de la vida,
entendí pronto
que la semiótica es una farsa.
Por eso cuando conocí
a la chica de los crucigramas
- al principio la llamaba así
cuando me hablaba a mí mismo de ella;
después, cuando la ví
carcajear abrazada al Wilt de Sharpe,
fue cuando la rebauticé-,
intuí con tristeza,
que a pesar de que su mirada gris vuelo
me conmocionara,
nunca escribiríamos una historia juntos.
Decía Chéjov
que cuando una pistola aparece en escena
tarde o temprano será disparada.
Pero yo, que siempre he sabido
que la literatura es la hermana guapa
de la vida,
entendí pronto
que aquella pistola
no estaba cargada.