domingo, 28 de abril de 2013

Anoche encontraron su cuerpo

Hubo una vez un hombre
que cometió la imprudencia de amarte.

Temblando ante tu rostro,
osario de emociones,
su risa fue a morir a la ensenada.

Devastado, ciego, ausente de sí,
amuebló una tormenta,
habitó sus esquinas,
no entendió que su risa
era la esquirla del dolor.

Nadie nunca leería su misiva,
ensayada impostura
cincelada en sus gestos.

Nadie nunca encontraría la historia
que no zarpó de sus labios.

El deseo es el barco
o la marea baja.
La playa, vespertina,
custodia sus secretos.

El cuerpo estaba frío,
la muerte ya lejana,
consumada entre las olas la historia.

Finales que preceden oberturas.
Y tú, aún en tu isla,
quebrando con tus dedos el recuerdo.

martes, 16 de abril de 2013

Mapas de ti

En tus ausencias repentinas,
en esos días
en que conviertes un hombre
en una sala de espera
y un aeropuerto
en un paréntesis que se abre,
a veces te invoco
componiendo mapas de ti.
Entonces reúno marcas que prueban
que una vez habitaste esta casa.
Labios de carmín en tazas que besaste,
algodones teñidos con tu maquillaje,
huellas dactilares en poesías,
(en tus ausencias repentinas
súbitamente te perdono
que leas mis libros mientras comes).
Una vez reunidas las pruebas
me entretengo pensando en formas
de inventarte.
Después las nubes te devuelven
y el paréntesis se cierra;
ya no requiero de tus mapas.
Pero por si acaso, quién sabe,
guardo todas las pistas.
Una vez soñé que te buscaba
y no podía encontrarte.
Te vas a reír,
pero en el sueño no tenía mapas.

Silencio



Mientras hilas con los dedos
mi deseo y las horas,
y conviertes lo que era mi cuerpo
en un pabilo en un mar de fuego,
y la persiana se dilata,
retorciéndose quejumbrosa,
y de afuera llega un rumor infantil,
voces ahogadas, gritos sumergidos,
música cansada de juegos,
y Agosto se derrama en las calles
como agua bendita sobre la culpa de algunos,
yo trato de escuchar ese silencio
cuya existencia niegas.
Quizá el silencio sea tu susurro en mi oído
-¿lo has pensado?-,
esa nociva facultad tuya de hacer
que me olvide del ruido y de mí mismo.

Aquel verano

Aquel verano fuimos alguna vez
Una marea fría atravesando
las aguas cálidas del Mediterráneo
y también
el ánimo de los bañistas
Un grito a cargo de una ambulancia
que quiebra brevemente el sueño
de un hombre corriente si suda el estío
Un resplandor rasgando el calor
contenido en la espera de la tormenta
Una voz que suena a cientos de millas
mintiendo un te echo de menos
Un escalofrío si el viento lame
 la gota de tedio que desciende del cuello
Un grito y un llanto de niño consentido
o la voz desesperada y aguda de su padre
Un estrépito de risas y copas que chocan
y de juegos e historias en el bar vecino
Un rumor recóndito pero entrometido
de una avioneta que nos sobrevuela
Un eco de disparos de una pelota contra un frontón
o de un frontón contra una pelota
Un ladrido en la noche
Un ulular que habla en la duermevela
Fuimos en fin todo aquello que obliga
a los olvidados de sí mismos
a dar la vuelta al rostro
Mereció la pena