domingo, 28 de abril de 2013

Anoche encontraron su cuerpo

Hubo una vez un hombre
que cometió la imprudencia de amarte.

Temblando ante tu rostro,
osario de emociones,
su risa fue a morir a la ensenada.

Devastado, ciego, ausente de sí,
amuebló una tormenta,
habitó sus esquinas,
no entendió que su risa
era la esquirla del dolor.

Nadie nunca leería su misiva,
ensayada impostura
cincelada en sus gestos.

Nadie nunca encontraría la historia
que no zarpó de sus labios.

El deseo es el barco
o la marea baja.
La playa, vespertina,
custodia sus secretos.

El cuerpo estaba frío,
la muerte ya lejana,
consumada entre las olas la historia.

Finales que preceden oberturas.
Y tú, aún en tu isla,
quebrando con tus dedos el recuerdo.

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