martes, 29 de marzo de 2011

Autorretrato desordenado

Tampoco soy un tipo tan raro.
Me gusta coleccionar detalles
en un album de recuerdos color sepia
y archivarlos en la memoria.

Me gusta sacar a pasear mi ingenio,
medirlo con versos libres.
No me sale sonreír
cuando no me hace falta.

Odio los teléfonos y todo aquello
que acota la importancia de los gestos.
Odio las conversaciones vacias de miradas.
Odio el juego al que jugamos. Lo aborrezco.

A veces, cuando no miras,
persigo las hojas
que caen de los árboles
anunciando el invierno.
Trato de salvar la primavera.
Y, cuando una, al fin,
alcanza el suelo
me rindo y lloro como un niño chico.

A veces me olvido de ti un rato
y me sorprendo al darme cuenta.
A veces un folio en blanco
no es suficiete para escapar de la vida.

Me gustan los cambios, los desafíos.
Me ilusiona lo que está pasando en África.
No soy antropocéntrico pero sí filatélico.
Amo tu risa.

No me gusta el tráfico denso
ni la gente que pierde fácil las formas.
No me gustan los disidentes
ni los que aceptan cualquier norma.

No creo en la música sin palabra.
Adoro la música que hay en cada palabra.
No creo en deidades impuestas
ni en la lucha de clases como motor de la Historia.
No concibo la Historia sin el factor suerte.

Me da miedo el futuro;
me da miedo que sea una extensión del presente.
Me da miedo el futuro;
universo extraño en donde no estás presente.
Me da miedo el futuro;
quimera ambigua, regalo envenenado,
presente
engañoso.

Adoro las sorpresas y los sustos.
Todo aquello que refresque
el bucle infinito que es la vida.
Adoro tu rostro.

Me gustan los perros y las mujeres gato,
que me expliquen la esencia de las cosas.
No tolero anclarme en fórmulas ni mecanismos;
irrisorios garabatos.

Me gusta viajar en metro o autobús.
Ponerme los cascos , el mp3 apagado,
y, así, colarme curioso en otras vidas,
recogiendo las historias de la gente.

Odio la gramática y todo lo que
convierta Lengua y Literatura
en una herramienta aséptica,
que se descuartice y seccione.

Sólo quiero bucear en la gente
si me espera algo bueno.
Sólo quiero seguirte si tú
disfrutas al guiarme.

Nunca duermo al ver pelis de miedo,
y me invento excusas como que mi té
cargaba cafeína o que hay reformas
en la tercera almena del castillo
cuando me preguntan por mis ojeras
al día siguiente.

No soy dado al punto medio ni a la mesura.
Me gustan los textos largos, los excesos
que conllevan lo sientos y una losa en la conciencia.
Compongo porque me gusta; no porque sobren los sentimientos.
Y escribo para arrancarte sonrisas.
Si no me lees, nada de ésto merece la pena.

domingo, 27 de marzo de 2011

Electrón

Aquellos días yo era como un electrón dibujando una órbita caótica en torno a ella. Probablemente ella tenía algún tipo de carga positiva, a pesar de que los dos eramos de lo más pesimistas, pues sólo eso podría explicar el hecho de que yo me viera ineludiblemente atraído por la fuerza de su campo eléctrico, y ella apenas se alterara con mi presencia.
Me agotaba , me dolía, me entristecía amarla tanto y resultarle tan indiferente. En noches lluviosas me sentaba junto al fuego y me vendía a la hipocresía mística, rogando a un Dios en el que no creía que la trajera de nuevo a casa.
Nunca antes había reparado en lo fría que estaba la madera del suelo cuando andaba descalzo, ni en la cantidad de ruidos que se oían por las noches, hasta que ella se fue.
Nunca antes había reparado en lo mucho que la necesitaba para que no se desmoronara todo, para que la vida no pasara deprisa sin dar tiempo a detenerse en los detalles. Nunca antes había reparado en lo mucho que la amaba.

sábado, 26 de marzo de 2011

Herejía

Entre benjamines de champán y otros delfines
me vi embaucado en verso corrupto
que, con orgullo de actriz,
embadurnado en vodka y rimel,
volvió a escribir tu nombre
sobre demoras y absurdos.

Viéndome obseso, el lamento de un converso [un servidor]
manchó en negro la flor de tu memoria:
Tu risa de cuerda frotada,
el regusto amargo del beso,
la crisálida a tu pecho abrazada
y el crepitar de mi fuego.

Buceando entre recuerdos
te vi escondida entre mis sábanas.
Ridículas mis manos en tus pechos;
lisérgicos, catárticos, amnésicos.
Amor se llama el juego
cuando bailas descalza.

Sed, agua.
Sed, lluvia.
Cararsis, miedos.
Embargos, furia.

Dios, credos,
mentiras, burlas.
Tu luz, mi amuleto.
Bendita herejía;
Llueva sobre mí tu locura.

Entre benjamines de champán y otros delfines
me vi embaucado en un verso corrupto
que, con orgullo de actriz,
embadurnado en vodka y rimel,
volvió a dejar mi huesos
temblando ante tus curvas.

jueves, 24 de marzo de 2011

Mi equipo - Cintadecorrer

Después de la función
quiero que vengas y
me digas que te queda
una razón para vivir.

Que rima con mi nombre.
Que duerme entre mis sueños.
Que explique que tu esperanza ahora
baile con mis versos.

Y poco a poco hacer
de lo nuestro una historia
sin marco ni contexto
sin un final ni fobias.

Y así no especular con que
fluctue tu visión.
Y todo encaje mejor
que un poeta en Nueva York.

O una rubia cañón en televisión.

Mi equipo ahora está lleno
de tipos que me encuentro
por la calle empuñando
una sonrisa de azulejos.

Me cuelgo de tu pelo.
Tu risa hoy es mi templo.
Tu mirada mi cielo;
la que devolvió la ilusión
a los espejos...

martes, 22 de marzo de 2011

Gritar- Cintadecorrer

Gritar
Remar. Adelante.
Para regresar
ya es tarde.

Hablar.
Confesar
que nada hizo presagiar
el desastre

Y así... morir.
El mundo a parte.

Una estrella me llevó a tu casa
en los días en que solías hablar
de lo fácil que era volar sin alas.

Y dejándome arrastrar,
su estela hizo que muriera
la primavera
y me vi perdido en un sitio sin nombre.

Todos sabían cual era mi nombre.(...)
Y yo no pude hablar.

Déjame entrar
Y así... morir.
El mundo a parte.

Una estrella me llevó a tu casa
en los días en que solías hablar
de lo fácil que era volar sin alas.

Y dejándome arrastrar,
su estela hizo que muriera
la primavera
y me vi perdido en un sitio sin nombre.

Todos sabían cual era mi nombre.(...)
Y yo no pude hablar.


lunes, 21 de marzo de 2011

Primavera

Hoy
risueña, tímida, frágil,
despierta la primavera.

Hoy despunta el alba
dorando las nubes,
que se desmigan en los cerezos
y visten su esqueleto
salpicándolo de luces.

Hoy duermo menos,
como menos, bebo más.

Hoy bromeo con el cielo
que torna mi estado de ánimo
alimentándome de luz.

Hoy me alegro de estar vivo.

Hoy escucho el silencio;
el trile de tu risa engañando
a mi corazón.
La madrugada esquiva las rendijas
de mis persianas.

Hoy visito museos de cereales,
campos de arte,
colinas de ficción.

Hoy el verde es más verde,
el blanco más blanco,
y el gris parece alejarse
con el frío del invierno.

Hoy se salva mi ego,
pintado de desordenadas cicatrices.
Hoy salgo a la calle y navego,
sonrisa en ristre.

domingo, 20 de marzo de 2011

Hablaste

Te mojaste los labios
Apuraste el vaso y hablaste
Apenas te oía por las risas vecinas
Me mirabas
El mundo giraba          nosotros a parte

Dijiste
Te quiero
Que bueno es tenerte en días de estos
en los que nada funciona y me abrazas
Tú sabes que  basta el contacto
para sentirme acompañada y relajarme

Dijiste me gusta tu humor
agridulce
Lo niño que eres cuando ríes
Lo bien que disimulas amarme
cuando me hablas de mil cosas
atropellandote y sin comas
Y me vuelves loca y te miro
extrañada como si de repente
de tu boca fluyera otro idioma
Entonces me miras con ternura
y me besas a bocajarro
No me lo espero y chocan nuestros dientes
El mundo parece menos malo
Se abrazan fuerzas contendientes

Me gusta que pienses en mí
Que me perdones todo y
siempre me esperes en el suelo
cuando hago equilibrios con mis miedos
Que aprietes los dientes cuando amago con caerme

He debido hacer algo alucinante
en alguna otra vida para que un ángel
se acuerde de mi y te mande aquí
a arroparme
He tenido que ayudar a cruzar la calle
a cien mil ancianitos
recoger de la calle a dos mil animales
o inmolarme por la causa más noble

Te imagino sin mi
Sé que no seríamos nadie
Somos mitades unidas
juez y parte
abismo que une
dos almas
¿Y sabes?
Nunca dudé en saltar
y encontrarte

jueves, 17 de marzo de 2011

Quiero

Lo que me falta es una pequeña de ojos tristes
que me mire cuando me quedo dormido.
Que me tape por las noches cuando duerma conmigo
y me dedique en cada despedida besos de cine.

Lo que necesito es una dama de películas en blanco y negro
que me perdone mi obsesión por la lectura y la cafeína,
que me genere dependencia como la nicotina
y no arrastre pegas ni peros.

Lo que quiero es que me abrace fuerte
y no deje nunca de sorprenderse conmigo.
Lo que quiero es tenerla cuando necesite abrigo
y mimarla y adorarla y entenderla algunas veces.

Quiero un amor maduro. Sin gastos ni sacrificios.
En el que sea natural susurrarse al oído
sin tener frases elocuentes que decirse.

Quiero un amor sin estrenar. Flamante y puro.
De esos que hacen deshacerse a adolescentes
y suscitan rencor a partir de los quince.

Quiero sentirme otra vez vivo al lado de alguien.
Empezarme a querer desde el amor de otro.
Aprender a vivir, aprender a cantar fuerte.

Quiero aprender a quererte.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Imposible

Nos pasamos la vida persiguiendo cosas imposibles. Anteponiendo la dificultad de que un deseo se cumpla a la felicidad que nos suministraría la consecución del objetivo. Como malditos críos. Nunca quisiste jugar con ese camión. No lo habrías hecho si tu hermana no lo hubiera enarbolado con tanto ahínco; ni siquiera lo habrías mirado si no la hubieras visto tan dichada jugando con él. Ya podías tener un ordenador ultrapotente, pero si aquel pedante compañero de clase llevaba un día al colegio su móvil, con GPS, chat, internet, SMS, MMS, filtro de cadenas odiosas en nochevieja y sacacorchos, ahí estabas tú, moqueando como un niño con sinusitis que hubiera pasado la noche dándose un paseo por el polo.
Y así con todo. Cuantas más veces te dice que no una chica, más la quieres. Cuantas más veces te rechazan esa propuesta, más convencido estás de lo brillante que es.
Que lo fácil no es atractivo está claro. Y no te lo reprocho, chaval. A mi también me gusta ganarme las cosas. Que si aparece colgado hoy un título nobiliario en mi habitación le doy la misma importancia que a un póster de Van Damm.
Pero oye: no sé. Quizá podrías ponerte metas plausibles. Por eso de ser feliz algún día. Que no está tan mal.
Empieza ahora mismo. Deja de pensar que tu chica debe ser ella. Deja de obligarte a ser un reputado escritor, futbolista, apicultor o barajeador de cartas y dedícate simplemente a marcarte pequeños objetivos. Aprueba esas tres que te quedan. Llama a aquella chica con la que estabas tan a gusto y a la que dejaste de ver porque le empezabas a gustar. Estudia lo que te gusta. Dedícate a lo que te llena. Empieza a quererte.

Y en un par de años, me cuentas. Hoy empieza la política de lo plausible.
Hoy empiezas a ser feliz.

lunes, 14 de marzo de 2011

Adiós

Último adiós.
Dolora certidumbre.
Triste realidad,
solitaria, independiente
de mis deseos,
cínica.

Último adiós.
Muerte.
Versos contaminados
por tu recuerdo.
Corazón negro.
Religiones, mentiras.
Abrazos no dados.
Palabras calladas.
Consuelo terrible.
Funerales.

Último adiós.
Un te quiero en la garganta.
Un abrazo, una reconciliación
que se llevará el olvido,
que pesará en la conciencia.

Rabia, dolorosa incontinencia.
Versos brotan de todas partes.
No los pienso. No los creo.
Sólo salen. Me desangro.

Odio la poesía beat. Aullido. LSD.
La mancha de fuel con la que tiñen
las emociones.
Odio escribir sin cuidar mis palabras.
Y no puedo cuidar.Tristeza es tu nombre.
Tristeza es la hiedra que trepa y me alcanza.
Oscuridad.

Inspiración es dolor. Dolor es paciencia.
Estás en todas partes.
En mi memoria, cerrando los ojos,
diciendo por última vez "Lo siento"

Las ventanas son pequeñas.
Nunca encuentro la salida
de emergencia cuando me encuentro en apuros,
como ya no tendré tu consuelo,
cuando me sienta perdido y solo.

domingo, 13 de marzo de 2011

A veces

Hay algo de romántico en la verdad.
Hay algo en la verdad que seduce.
Quizá sea que al hablar de nosotros
nos desnudamos, y las curvas de nuestra historia
son tan sinuosas que se nos secan los labios.

Hay algo de histriónico en la forma que me tratas.
Creo que existe alguna lógica en tu papel.
Una delgada línea roja de sinceridad que borda
tus mentiras y verdades.

A veces cuando me hablas, desoigo tus palabras
y me centro en tus gestos.
A veces cuando hablas, me cierro por banda,
te miro y desconecto.

A veces creo que no asumes del todo tu historia.
Que desoyes los sentimientos y te arrastra el contexto.
A veces creo que me amas y no lo reconoces
quizá por miedo a que todo empiece...
y de nuevo, acabe.

Te veo. En mis sueños. En mis miedos.
A veces me sorprendo a mí mismo pensando
cuán feliz sería si emprendieras el regreso.
Pero también sería más feliz de lo que soy ahora,
si nunca te hubiera conocido.

A veces me escucho y me doy miedo.
Y entonces me susurro. "No digas tonterías,
sabes de sobra que sin ella, sin aquel tiempo,
hoy no serías el mismo" Más blando o más triste
me debo a lo que soy; al nombre que me diste,
por el que ahora me conocen.

Pero ya te digo. Son solo algunas veces.
El resto del tiempo me alegro de estar vivo
y ocupo el rato en buscarte en la poesía
y alimentar la esperanza, que crece,
que me vuelve tierno y lleno,
que me vuelve callado y manso.

Bilbao-New York- Bilbao

En esa misma zona, entre Ondarroa y Mutriku, se ubica el barrio de San Jerónimo. En el otoño del 2005 escribí una columna titulada “San Jerónimo”. En ella contaba cómo, adolescente, fui con mis padres a la romería del barrio del mismo nombre. La fiesta se celebra el 30 de Septiembre y todos los años llueve. Por eso los del pueblo le llaman “San Jerónimo, el santo meón”. El caso es que, en aquella ocasión, acudí con mis padres porque en la plaza del barrio tocaba Kaxiano, el acordeonista ciego. En la entrada una mujer me ofreció una carta, como al resto de chavales. La mujer tenía dos barajas y a los chicos nos repartía de una y a las chicas de la otra. Cada uno debía bailar con quien tuviera su misma carta. ¡Qué agobio! Sin poder soportar la vergüenza, tiré la dichosa carta en un rincón y al final no bailé con nadie.

Siempre me preguntaba quién sería aquella chica a la que dejé plantada con mi misma carta. Si habría encontrado el verdadero amor o, si desde entonces, aún estaba esperando a que apareciera su pareja de baile.

Era lo que contaba la columna.

El artículo se publicó en otoño del 2005. Una noche de aquel invierno Nerea se acercó y me dijo, “yo era la chica que en San Jerónimo tenía tu misma carta”.

Desde entonces no nos hemos separado.

viernes, 11 de marzo de 2011

Los peces y los árboles se parecen.

Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un árbol veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido, es así como se sabe la edad del árbol. Los peces también tienen anillos pero en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles, gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal.

Los peces nunca dejan de crecer. Nosotros no, nosotros menguamos a partir de la madurez. Nuestro crecimiento se detiene, y los huesos comienzan a juntarse. El cuerpo se encoge. Los peces, sin embargo, crecen hasta que se mueren. Más rápido cuando son jóvenes y, a partir de cierta edad, más lentamente, pero sin dejar nunca de crecer. Y por eso tienen anillos en las escamas.

El anillo de los peces lo crea el invierno. El invierno es el tiempo durante el cual el pez come menos, y el hambre deja una marca oscura en sus escamas porque su crecimiento es menor durante esta época. Al contrario que en verano. Cuando los peces no pasan hambre, no queda ningún rastro en sus escamas.

El anillo de los peces es microscópico, no se ve a primera vista, pero ahí está. Como si fuera una herida. Una herida que no ha cerrado bien.

Y como los anillos de los peces, los momentos más difíciles van marcando nuestras vidas, hasta convertirse en medida de nuestro tiempo. Los días felices, al contrario, pasan deprisa, demasiado deprisa, y enseguida se desvanecen.

Lo que para los peces es el invierno, para las personas es la pérdida. Las pérdidas delimitan nuestro tiempo; el final de una relación, la muerte de un ser querido.

Cada pérdida es un anillo oscuro en nuestro interior.

jueves, 10 de marzo de 2011

Clepsidra

Nunca me gustó verte llorar.
Tus lágrimas eran el agua de la clepsidra.
Cada vez que estabas triste
despachabas dolor y yo me apagaba.
Cada vez que estabas triste
se paraba el mundo. Yo desesperaba
buscando a tientas y nervioso
la forma de frenarte el llanto;
un tejido en mi cuerpo que sirviese
de torniquete, que salvara tu alma
y te cambiara el rostro.

Pedías estar sola mientras morías
y yo te dejaba marchar
frenando mis ganas de tomar tu mano
y esperar contigo la mañana...
que pudiese arrastrar tus sombras

Te miraba desde lejos.
Un ángel dormía en mi garganta.
La noche llovía sangre.
Tu lápiz de ojos inundaba
tus pómulos, tu risa...
y encharcaba
esos graciosos hoyuelos
que ya no estaban.
Después, llegaba a mi corazón.

Cada vez que estabas triste
cerrabas las esclusas
y las contraventanas.
No dejabas que entrara
la luz de mi sonrisa
ni que fluyera mi pena
junto a la tuya.

Cada vez que estabas triste
yo era un mimo sin experiencia
ni sentimientos;
sin voz ni conciencia,
golpeando el cristal del desconsuelo.

Cristal invisible,
como lo era yo en aquellos días.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Aeropuertos

Odio los aeropuertos. Y los aviones. No me gusta volar en bichos tan grandes. Siento una sensación que se debate entre el júbilo y el vértigo cuando veo por las ventanilla la nubes abriéndose ante el impetuoso avance del avión; y la balanza siempre acaba decantándose por el segundo sentimiento. Además, asocio los aeropuertos a despedidas. A menudo se me quedan grabadas las escenas tristes de las películas... y los aeropuertos conforman el escenario de muchas de éstas. Por otra parte, los arquitectos no ayudan nada a superar mi problema con estos lugares. Construyendo edificios sin una pizca de humanidad como la Gaviota( No me malinterpretéis, adoro la arquitectura... pero aborrezco su frialdad de geriátrico) no acabo de conjurar la "catarsis "que necesito para aceptar que los aeropuertos no son lugares de tristeza. Además, en uno de mis frecuentes quebraderos de cabeza- de esos que no llevan a ningún sitio- acabé por atribuir a estos lugares otro mal: el del Jet Lag, que desde mi filosofía anti-praxis no es un síndrome originado por la diferencia horaria, sino el olvido paulatino de sentimientos y promesas, que se origina al recorrer grandes distancias. Nunca iré a despedirme de nadie a un aeropuerto. Por lo menos, hasta que se me convenza de que existe una mínima posibilidad de que el viajero no se olvide de mi... o de sí mism@. Podría verlo desde otra perspectiva. Planteármelo desde el punto de vista de los viajeros, que quizá comienzan una interesante aventura o cruzan el charco para reencontrarse con sus familias. Sin embargo, uno se va dando cuenta mientras crece que debe de lidiar con una serie de manías, sin las que viviría más tranquilo, y se ve incapaz de superarlas. Y yo... tendré que inventar un término para designar mi miedo. Ya existe la aerofobia. Que se lo pregunten a Melendi. Tengo que pensar un nombre para mi enfermedad...

lunes, 7 de marzo de 2011

Lo más odioso

Lo más odioso de este mundo de mentiras
son las esperas.

El bostezo del enamorado, que se desespera
esperando que le atenúe la pena
el teléfono ardiendo en la mesilla,
está cargado más de rabia que
de cansancio o tedio.

La dolorosa incertidumbre, la que nos ciega,
la que me hace esperar
en mi perseverante pesimismo
que nunca ocurra nada,
dibuja una sombra
en mi ánimo insalubre.

Las salas de espera son más salas de tortura
pues nadie llega allí deseando buenas noticias:
Desde las urgencias a los quirófanos;
Hasta en el área de neonatología subyace
el temor a que se presenten complicaciones
que carcomen la conciencia del angustiado padre,
que no muestra su sonrisa hasta ver vida
compilada en un recién nacido.

Y la dolorosa espera a que este poema termine
con sus dolorosos e incesantes relativos
que golpean al lector con oraciones interminables
como las que abundan en las aulas de los terribles colegiales
que aborrecen con furia las comas y los puntos,
por fin acaba en un punto,
como acabará mi espera,
cuando por fin me llames.

Las ciudades arden

Al saber de la gente tapando la calle en Egipto exigiendo libertades, una suerte de melancolía invade nuestro corazón al ver tan poco transitadas las pirámides. Mientras, las ciudades arden y el mundo se derrumba a pesar de que nosotros nos enamoramos.

Ismael Serrano

viernes, 4 de marzo de 2011

Claustrofobia

Salió de casa movido por el hastío, la agresividad fundamentada en el tedio, la amargura de la perturbadora rutina. Comenzó a caminar sin dirección, sin meta. Le temblaba el labio inferior. Balbuceaba incoherencias y , a medida que se alejaba de la civilización y se adentraba en la naturaleza, sus sinsentidos adquirían potencia para acabar degenerando en un grito desgarrador.
Todo le parecía igual: las reprimendas de los profesores, que sermoneaban con total diligencia y doctrinaban rectitud, perseverancia y constancia pero resultaban de lo menos convincentes, eran armas contra la autoestima. Era tal la falta de escrúpulos del claustro para disimular la ausencia de vocación por la enseñanza que nuestro protagonista acabó por desarrollar la terrible intuición de que la vocación era una quimera; vendedores de humo capitalistas habían inventado términos que moralizaran de alguna forma la productividad de los autómatas que hacían funcionar el sistema. Y él se sentía como el más inútil de los autómatas.Las clases eran un castigo y los fines de semana ya no le llenaban tanto como antes. Hacía tiempo que se sentía incapaz de desconectar de sí mismo. Empecinado en perseguir un amor prohibido, con la ambición podrida y el desencanto conformando un lastre con el que tenía que lidiar, su vida se le antojaba como una urna de cristal.
Y de golpe, todos los sentimientos se le agolparon en la cabeza. Se desbordó en él una atroz claustrofobia. Necesitaba gritar, perderse, huir de ahí.
Vomitó en unos matorrales. Se sentía repleto de mierda. Aquella no era la vida que los cuentos le habían prometido...

jueves, 3 de marzo de 2011

La salida del metro. Cintadecorrer

Me vendo a la música electrónica. A ver que os parece.



Yo sólo sé
que si me pierdo
te encontraré
marcando el tiempo.

Yo sólo sé
que no me encuentro
si no es tu voz
la que me guía;
mi argumento.

Y gira la vida vacía
y yo extraño tu vuelo.
La lluvia juega en el cristal.
Las gotas van cayendo.

Te recuerdo en el Libertad
mirándome y sonriendo.
Ahora extraño esa sonrisa
mientras te espero en la salida
del metro.

Mírame bien.
No tengo nada.
Ayer te dí mi corazón
envuelto en papel de plata.

Para soñar
me basta inventar palabras.
Lamer la poesia
anclada en tu espalda.

Y gira la vida vacía
y yo extraño tu vuelo.
La lluvia juega en el cristal.
Las gotas van cayendo.

Te recuerdo en el Libertad
mirándome y sonriendo.
Ahora extraño esa sonrisa
mientras te espero en la salida
del metro.

Poesía de madrugada

Poeta de trazo fino.
Poeta de madrugada.
Inspira aire y motivos,
la vida le invita a un baile.
Su pluma acompaña al alba.

Se acerca despacio al lienzo
Que conforma el papel en blanco.
Lo contempla en silencio
admirando la belleza;
la potencia del folio
que ansía ser llenado.

Respira dos o tres veces.
Empuña su lápiz dorado
y con él cubre de oro la vida
Gris. Vacía.
La vida del negro y el blanco.

Cada mañana su cuaderno llena
de ideas, de anhelos, de espasmos.
Instiga el síndrome de Sthendal
y, después, hace arder sus garabatos.

Los sabe valiosos.
Los sabe grandiosos.
Innovadores, profundos como pocos.
Pero adora la dulce pleitesía
del romántico anonimato
y como artista bohemio,
le dan vértigo las hienas
que rinden culto en el estrellato.

Ya tiene él su propia estrella.
El norte en su vida
Ya tiene reconocimiento sin recatos.
Todo encerrado en una pequeña que despacha sonrisas
Todo encerrado en una musa,
de apenas quince años.

Poeta de trazo fino.
Poeta de madrugada.
Emanan de él sonetos.
Poesía, que cultivan unos pocos.
Poesía, gloria pasada.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Manías

Mírate dentro.
No necesitas más.
Cuando yo no esté para escucharte,
cuando te atenace la nostalgia con sus garras,
cuando los desencantos y la rutina te congelen la risa,
habrás de pensar que en algún lugar del mundo
un hombre sonríe pensando en ti.

Odias las manías de la gente.
Y ¿sabes? Yo también lo hacía.
Pero ahora disfruto todo lo que puedo de ellas
porque un día te fuiste y lo extrañé todo de ti.
Tu ego , tus vicios, tus desplantes, tus silencios...

Y lo que hubiera desechado o cambiado en ti antes,
se convirtió en el punzón
que conformaba mi desconsuelo. Ahora temo que los demás
compartan el camino que tomaste al marchar.
Y no quiero volver a la dolorosa incertidumbre.
A la humedad de mis ojos, a las palabras rasgándome la garganta,
Al llanto encerrado en la retina. A dudar si volverías.

Encerré todo eso en canciones. Te convertí en música.
Pero ya no soy el de antes. Más maduro o más triste.
Más cuerdo o más aburrido. No lo sé.
Quizá me deba al miedo a perderte, que ahora conozco,
que antes ni siquiera ocupaba mi inconsciente.

Tú estás como siempre. Y creo de verdad que de tu mano
puedo regresarme al " yo" que nos gustaba.
Pero deja a mi corazón que descanse de tanta tristeza.
Háblame toda la noche. No sabes cuanto consuela
oírte hablar.
Más aún si no dices nada.
Déjame disfrutar hoy de tus manías.