miércoles, 9 de marzo de 2011

Aeropuertos

Odio los aeropuertos. Y los aviones. No me gusta volar en bichos tan grandes. Siento una sensación que se debate entre el júbilo y el vértigo cuando veo por las ventanilla la nubes abriéndose ante el impetuoso avance del avión; y la balanza siempre acaba decantándose por el segundo sentimiento. Además, asocio los aeropuertos a despedidas. A menudo se me quedan grabadas las escenas tristes de las películas... y los aeropuertos conforman el escenario de muchas de éstas. Por otra parte, los arquitectos no ayudan nada a superar mi problema con estos lugares. Construyendo edificios sin una pizca de humanidad como la Gaviota( No me malinterpretéis, adoro la arquitectura... pero aborrezco su frialdad de geriátrico) no acabo de conjurar la "catarsis "que necesito para aceptar que los aeropuertos no son lugares de tristeza. Además, en uno de mis frecuentes quebraderos de cabeza- de esos que no llevan a ningún sitio- acabé por atribuir a estos lugares otro mal: el del Jet Lag, que desde mi filosofía anti-praxis no es un síndrome originado por la diferencia horaria, sino el olvido paulatino de sentimientos y promesas, que se origina al recorrer grandes distancias. Nunca iré a despedirme de nadie a un aeropuerto. Por lo menos, hasta que se me convenza de que existe una mínima posibilidad de que el viajero no se olvide de mi... o de sí mism@. Podría verlo desde otra perspectiva. Planteármelo desde el punto de vista de los viajeros, que quizá comienzan una interesante aventura o cruzan el charco para reencontrarse con sus familias. Sin embargo, uno se va dando cuenta mientras crece que debe de lidiar con una serie de manías, sin las que viviría más tranquilo, y se ve incapaz de superarlas. Y yo... tendré que inventar un término para designar mi miedo. Ya existe la aerofobia. Que se lo pregunten a Melendi. Tengo que pensar un nombre para mi enfermedad...

1 comentario:

  1. Igual en unos años todo arreglado.

    Se va acabando el petróleo, se restringe el uso de avión a situaciones de emergencia, en las que tú no estás y ya no tienes ni que poner nombre a tu fobia.
    Aunque podría ser "tierrapormediofobia"

    Hay que buscarle el lado bueno a este retroceso en las comodidades, al que parece que debemos irnos acostumbrando.

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