viernes, 4 de marzo de 2011

Claustrofobia

Salió de casa movido por el hastío, la agresividad fundamentada en el tedio, la amargura de la perturbadora rutina. Comenzó a caminar sin dirección, sin meta. Le temblaba el labio inferior. Balbuceaba incoherencias y , a medida que se alejaba de la civilización y se adentraba en la naturaleza, sus sinsentidos adquirían potencia para acabar degenerando en un grito desgarrador.
Todo le parecía igual: las reprimendas de los profesores, que sermoneaban con total diligencia y doctrinaban rectitud, perseverancia y constancia pero resultaban de lo menos convincentes, eran armas contra la autoestima. Era tal la falta de escrúpulos del claustro para disimular la ausencia de vocación por la enseñanza que nuestro protagonista acabó por desarrollar la terrible intuición de que la vocación era una quimera; vendedores de humo capitalistas habían inventado términos que moralizaran de alguna forma la productividad de los autómatas que hacían funcionar el sistema. Y él se sentía como el más inútil de los autómatas.Las clases eran un castigo y los fines de semana ya no le llenaban tanto como antes. Hacía tiempo que se sentía incapaz de desconectar de sí mismo. Empecinado en perseguir un amor prohibido, con la ambición podrida y el desencanto conformando un lastre con el que tenía que lidiar, su vida se le antojaba como una urna de cristal.
Y de golpe, todos los sentimientos se le agolparon en la cabeza. Se desbordó en él una atroz claustrofobia. Necesitaba gritar, perderse, huir de ahí.
Vomitó en unos matorrales. Se sentía repleto de mierda. Aquella no era la vida que los cuentos le habían prometido...

1 comentario:

  1. Muy fuerte arremetes contra los profesores. No creo que sea justo generalizar.
    Habrá quién no lo merezca.

    Igual cabría exigir con semejante energía, la profesionalidad de los alumnos. Jóvenes leones, que se forjan su futuro y con los ideales intactos.

    Animaría a un intercambio generalizado de motivación, esperanza, esfuerzo y vocación entre ambas partes.

    El sistema nos habrá comido el coco, si sólo vemos el problema en los otros; la culpa en los otros y cada uno de nosotros la víctima, que cansada de luchar sola e ignorando la lucha de algunos, baja los brazos y se conforma con su suerte.

    Eso si que es hacerle el juego al sistema y jeringar por ninguneo a los no conformistas, por hacerlos sentirse transparentes a la vista del mundo.

    No es justo ni para los profesores ni para los alumnos comprometidos en la lucha diaria por sus ideales.

    Ni para resto de las personas que pertenezcan al grupo que sea, se emplean con honestidad en acercarse lo más posible a conseguir calidad en sus pensamientos y en sus acciones.

    "Susum corda"

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