viernes, 30 de septiembre de 2011

Terapia (avalancha de pensamientos)

Hoy te he leído.
Veo que sigues como siempre.
Sin poder parar la hemorragia de sentimientos,
sin saber parar las lágrimas.
Con tantas dudas como preguntas
tiene el mundo,
con el sueño negado
y la violencia en vena.

He sentido furia.
Para qué mentirte ahora que no hablamos.
Tu amor parece una plantilla diseñada
para tatuar nombres sobre él.
Una vez fue el mío.
Hoy apenas lo recuerdas.

¿Cómo un adiós puede ser tan frío?
¿Cómo un portazo tan estridente?
¿Por qué suenan tan alto tus lágrimas
devorando el asfalto?

Quiero no pensar en ti.
Quiero olvidarte
con la frialdad con la que tú lo haces.
Levantar los hombros
cuando me propongan no verte más.
Cambiarte por nuevas caras
que me cubren de halagos y otras mentiras
como tú lo hiciste un día.

Quiero ser egoísta. Como tú.
Pensar sólo en mi.
No buscarte, no leerte.
No mirarte.
Despertar de madrugada y pensarte
es perder los nervios de nuevo.

Yo te hubiera llamado aquel día.
Tantas promesas... tantas mentiras...

Yo te hubiera llamado aquel día...

jueves, 29 de septiembre de 2011

Días malos

Cada vez que veas la puerta entornada, pasa.
Si me ves taciturno, sombrío,
nunca pienses que estoy sacando polvo a las dudas.
Habrá sido un día malo, habré gritado a los espejos.

Si me pone nervioso hasta la música del microondas
avisándonos de que la comida está hecha,
y te contesto monocorde, contando las palabras,
no pienses que no te quiero.

Tengo días de balance,
en los que recuento derrotas y falsas victorias
y casi siempre resulto vencido.

Por eso, cada cierto tiempo una vez,
me envuelvo en mi cáscara de tristeza
y me escondo en un universo
que es mucho más pequeño que el tuyo.

Es entonces cuando no debes dudar de mí,
y no me dejes solo, aunque te lo pida.
Tan solo abrázame, deja que el silencio
cure las heridas y que me abrigue en tu infinita comprensión.
Después quédate, déjame oírte respirar fuerte.

Y dime que me quieres cuando el sueño me venza.

domingo, 25 de septiembre de 2011

De adioses que duelen

Ya se fue aquella dulce espera.
Acabó el tiempo en el que el teléfono
rugía en la mesilla tu nombre,
y hablábamos a cada segundo.

La tristeza se dilata al ver las fotografías
que no pude quemar.
Tu risa revolotea y ridiculiza aún más mi dolor.

Qué bueno que me olvidaste. Qué bueno.
Me siento imbécil vistiéndome en mentiras que no son mías.
Y busco en tu mirada que me encuentra esa complicidad añeja
que los años se llevaron.

Nos ponemos al día. Siento que vences, como siempre.
El don de olvidar es el tuyo, el mío, nadar a contracorriente
entre recuerdos.

Lo peor el nudo en la garganta, las ganas de llorar, cuando hablamos
y hablamos y aparecen destellos del pasado.
Pero ahora están oxidados. Tristes.

O cuando nos quedamos callados sin saber qué decir,
buscando esperanza en los ojos del otro
y a ti te tiembla la cucharilla entre los dedos.

Sigues igual. Incapaz de esperar a que el café se enfríe.
Te quemas los labios.
Pero hoy, será otro quien los alivie.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Qué bueno despertarte

Aquí está tu café.
Qué bueno despertarte
y ver la mañana cruzando por tus ojos.
Tienes mi corazón rizándose en tus pestañas
y la arruga de mi almohada marcada en tu mejilla.

No me chilles.
Ya te dije que la taza quemaba.
Siempre con prisas.
¿No ves que el día es nuestro?
Podemos saborearlo,
dejar que nos recorra
como el humo del cigarro que ahora exhalas.

No, no hay cenicero en casa.
Nadie fuma.
Así que mejor sal al balcón.
Pero vístete antes.
¿Celos? ¿Yo?
Más bien pensaba en los vecinos.
No quiero que nos llenen el patio de babas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hola-

Hola.
Hace poco que nos conocemos. No soy bueno contando mentiras ni escribiendo palabras que acaben en saco roto. Por eso voy a ahorrarte escuchar que te conozco como si siempre hubieras estado a mi lado, como si siempre me hubieras faltado.
Pero sí te puedo decir que siento que quiero conocerte, desvelar tus misterios, lanzarme al vacío de tus ojos negros. Y que me falta algo. No sé si siempre me ha faltado pero ahora reparo en ello. No sé si eres tú... No sé nada. Pero nunca arriesgo. He hecho muy pocas apuestas en mi vida.
Así que esta nota es para avisarte. Avisarte de que eres mi próxima apuesta, quizá la primera.

Ahora debería venderme pero no sé nada sobre eso. Acabo de empezar a dar clases de marketing y me siento el tipo más idiota del mundo. No tengo alas para llevarte, ni nada especial que pueda enamorar a nadie. No he sido capaz de retener nunca a nadie a mi lado y mira que lo he intentado... ¿Cosas buenas? Mmmm.... Tuve un corazón bastante grande pero sólo puedo entregarte los trocitos que quedan. Quién sabe... Quizá sepas hacer algo con ello.
Nada más. Espero volver a escribirte. Aunque no me leas.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Viejo

La decrépita silla en la que solía balancearse cada tarde llevaba en su porche más de cuarenta años.
El viejo, excéntrico y senil según la gente del pueblo, dedicaba las tardes a mirar la vasta extensión de tierra que se extendía desde su parcela.
Algunos días tallaba piezas de madera que no dejaba ver a nadie. Otros, la mayoría, no hacía nada salvo observar el descenso del sol.
Las malas lenguas decían que ya no quedaba nada de lucidez en su cabeza, ni nada de piedad en su corazón. Pero él no estaba al tanto de lo que los demás hablaban. Hacía años que no conversaba con nadie.
Desde que su esposa había muerto, la única compañía que el viejo soportaba era la de su perro, un Golden Retriever que parecía tener más años que la llanura misma.
Reinaba en la casa un escrupuloso silencio. El perro ladró mucho, sobre todo tras la muerte de Maggie, antes de que el viejo aceptara que debía retomar las riendas de su vida y cuidar a su único amigo, tarea que le resultó más fácil que la de cuidarse a sí mismo. Sin embargo, a medida que la melancolía invadía el corazón del viejo, toda la casa se impregnó de esa sensación de tristeza y derrota, y el mismo perro pareció compartirla, pues hacía años que no ladraba ni una sola vez.
Así, juntos, los dos viejos amigos recordaban cada tarde tiempos mejores, esperando que la muerte, con su gélido abrazo, les llevara de nuevo con aquella luz a la que entregaron su vida.

sábado, 17 de septiembre de 2011

No hay segundero

Tic, tac, tic, tac...
¿Lo oyes? No hay segundero. No existe. Es el cronómetro de tu remordimiento que sabe que el tiempo se escurre entre tus dedos. No sabes como evitarlo. No puedes pararlo.
Tu vida es como un casurrel de luces. Si echas la vista atrás reconoces rostros, momentos, lugares... Después buceas y no hay nada. Profundizas más hondo. Todo es vacío.
Entonces, un fantasma se agarra a tu garganta. Y sientes el miedo y la claustrofobia.
La duda te alcanza.
¿Eres lo que imaginabas cuando aprendiste a gatear y soñar?
Permíteme responderte. Si hubieras visto esto cuando soñabas con un futuro perfecto, habrías vivido temiendo el paso del tiempo.
Sin embargo, sigues metiendo prisa a los días.
¿Seguro que no temes al futuro?
Tic, tac... No hay segundero

viernes, 16 de septiembre de 2011

Me siento raro

Ya no me quema tu nombre.
Ya no lo lloro al oírlo en programas desconsiderados,
en bocas ingenuas.
No bebo para olvidarte sino para olvidar
mi triste posición.
La triste certeza de no tener qué olvidar.
Escribo cada vez menos
como si me hubieran apagado.
Como si el látigo de pasiones que me atormentaba
se hubiera dormido
con el tono menor de tu despedida.
Echo de menos los motivos.
Las dudas.
Las certezas.
Extraño los cirros que me nublaban la mente y me hacían perderme en cavilaciones sin fin.
No quiero ver más parejas abrazadas.
No quiero ver despedidas en dársenas de miedo e incertidumbre.
Devuelveme la ilusión.

martes, 13 de septiembre de 2011

Nuevos tiempos

Se acerca una era de vientos cálidos,
sol todo el día, sonrisas perennes,
y brazos en alto.

Se acerca el tiempo del cambio,
razón por corazón,
corazón ante todo.

Ya oigo la música en las calles,
la voz pulida del jazzman
serpenteando por los recovecos.

Ya veo a bellas mujeres
riendo ante todo,
jodidamente radiantes.

Este es nuestro tiempo,
un tiempo delicado y joven,
como un recién nacido.

Un tiempo que es siempre futuro,
que es siempre promesa,
que huele a nuevo, a aventura.

Desafíos mentales,
gente nueva,
la luz colándose por la ventana
entrando de lleno en nuestro estado de ánimo.

Despierta ya,
comienzan nuestros días.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Tu última canción.

Para esta canción necesitaba más tiempo. Creo que es la más bonita que he hecho, la más sentida.
Y eso que se hizo, casi sola, en una mañana, pero tiene algo...



Tú vales más que todos los demás protagonistas de canción.
Sueñas con volar cometas en el mar de la contradicción.
Yo sólo concibo la vida si está en verso,
Si a algo le falta algún color saco punta a mi canción
y te pincelo un arcoiris de emoción.
Creo en ti, no se qué haré cuando me despierte y no estés ahí.
Tengo una maldición; siempre fallo al retener a aquellos que amo.
Yo volveré a refugiarme entre trocitos de canción.
Tú seguirás sin saber como echar de menos nuestro amor.
Y sonreirás cuando pases frente a mi casa
y se me oiga en la calle afinando en mi bemol
para cantar nuestra canción a algún ratón.
Creo en ti, no sé qué haré cuando me despierte y no estés ahí.
Tengo una maldición: siempre fallo al intentar retener a aquellos que amo...