martes, 17 de julio de 2012

Kafka en la orilla

Pero a lo largo de mi carrera como docente me he encontrado con varios casos semejantes. Con niños que tienen talento, y justamente porque lo tienen, los adultos que los rodean les van poniendo el listón cada vez más alto. Y suele pasar que esos niños, agobiados por los problemas reales que les plantean, vayan perdiendo gradualmente el entusiasmo y la alegría lógicos ante la meta superada. Los niños que se encuentran en esos ámbitos pronto acaban encerrándose en sí mismos, escondiendo sus emociones genuinas. Y hace falta mucho tiempo y esfuerzo para lograr abrir de nuevo sus corazones. La mente de los niños es muy maleable y se puede moldear de muchas maneras. Pero una vez que se ha moldeado y endurecido cuesta mucho volver atrás. En la mayoría de los casos es imposible.

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