domingo, 23 de enero de 2011

El viaje íntimo de la locura

En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que sólo espera que regrese la vida.

1 comentario:

  1. Y le llegará la vida, en primavera.

    A veces hay que dar dos pasos para atrás, para saltar luego hacia delante. Y parece que se retrocede, pero no es sí.

    El otro día me asombró que ya estaban saliendo las fores en unos árboles que están plantados en tiestos redondos de cemento, al lado de la estación de autobuses.
    Pensé yo ¡Qué vitalidad, qué explosión de vida! a mediados de enero y pujando por enseñarnos su renacer.
    Si mañana vas por allí, por ejemplo para ver jugar al Athletic, te fijas. Claro, que es a la noche y no da tanta impresión como de día y soleado.

    Los árboles tienen eso a favor, que es todo cíclico. En la naturaleza también, después de la tormenta viene la calma.

    A los humanos, por haber dejado atrás el instinto y usar el pensamiento y el aprendizaje, muchas veces cuesta ver cuando llegará el arreón, después de un tiempo de parada, fonda e introspección.

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