lunes, 31 de octubre de 2011

La noche en la que matamos monstruos

Bombeaba nuestro corazón sangre y alcohol a partes iguales.
Las calles se emborronaban y nuestros fantasmas se hacían más nítidos.
No recuerdo de qué hablábamos. No trasciende.
El alba amenazaba con llegar y privarnos de nuestro reino, las sombras.
El reino de Tristán e Isolde. El crepúsculo que tiñe las emociones de sangre.
El cacareo desconsiderado, que amenaza la vuelta de la rutina,
que me vuelve cansado como al emerger de la lectura.
Como el eco de los últimos compases.
Te puse otros nombres, otros rostros, otros besos.
Y caí absorto y rendido en una espiral en la que no se veía fin.
En el sortilegio de la improvisación, en un mar picado de dudas
donde Ulises hubiera encallado como lo hicieron nuestros corazones.

2 comentarios:

  1. :) que precioso, me encanta!

    ResponderEliminar
  2. Odio los anónimos. Así no se puede, eh!
    Porque por lo menos cuando yo firmo anónimo sabes que es mío...
    me goza la ultima entrada

    ResponderEliminar