sábado, 19 de noviembre de 2011

Mi viuda formal

Perdiendo las formas y la cabeza la fui perdiendo a ella
y llegó el momento, confuso, aterrador, de presentarla sin saber ponerle nombre.
¿Tu novia? Más bien mi viuda, eso sí, de lo más formal.
¿Muerto? Ya ves, es de las que no dejan cabos sueltos.
Esquivando las preguntas que llovían como dardos,
incluyendo carraspeos en las respuestas, incrementando la frecuencia,
conseguí que se olvidaran. No así yo.
El olvido es una virtud que no conozco.
Se me guardan todos los momentos. Se me clavan como espinas minúsculas
-sabes que están ahí pero no se ven y por tanto, no se pueden retirar-.
Ya sabes, hay momentos en los que de repente eres plenamente consciente
de ese algo que relegabas a un segundo plano y que evitabas todo lo posible.
Jarros de agua fría, saliva aferrándose a los lindes de la garganta.
El recogido de su pelo proyectado en galaxias lejanas,
se me antoja más accesible que sus besos.
Sigo enfrentándome a los mismos monstruos.
Sigo incapaz de hacerlo solo. Y sigo sin pedir ayuda.
Ya no encuentro melodía ni consuelo en sus palabras.
Ya no accede a hablarme cuando no hay tema de conversación,
ya no disfruto de ese bálsamo gratuito y generoso.
Pero lo necesito igual que antes.
¿Tu novia? Más bien mi viuda, eso sí, de lo más formal.
Y aún suspiro porque visite mi tumba,
y se refleje en el espejo de mi lápida su mirada.
"Lo que fui lo encontrareis en vuestros ojos".
No hará falta más epitafio ni explicación.

1 comentario:

  1. Este escrito me ha llegado especialmente.

    Lo original de hablar en primera persona del muerto, tu capacidad exagerada de recordar, la sorna con la que mencionas a tu "noviuda" de lo más formal, la constante necesidad de ella, el epitafio final.

    Es una descripción distinta a tu sentir de siempre, de tu sinvivir.

    Me gustaría que no te vaciaras en su recuerdo, sería que un presente nuevo te llenara. Eres muy joven para vivir de recuerdos, tienes mucho que dar y no sólo en poesías.

    Ya has escrito mucho desde la melancolía. Intenta cortar ese cordón umbilical y abre tu espíritu al presente y al futuro. Seguro que no será traicionar sus recuerdos, nadie va a robártelos. Concédete ese permiso. Vete diluyéndolos, no los mantengas vivos.
    No es justo ni para ti, ni para ella, ni para nadie que te quiere, sentirte muerto en vida y aferrado a serlo.

    Despega de estos sentimientos hermosos, sentidos, intensos y con todo el derecho de sentirlos, pero con la obligación de dejarte vivir realidades nuevas, del tipo que elijas, que provocarán versos distintos e inspirados si las dejas entrar.

    Eres muy joven para aferrarte a los recuerdos. Déjaselos a los marineros arrugados y curtidos por la vida, con grandes y emocionantes batallas que contar. Tu aún eres un grumetillo, que tiene que surcar los mares, estas preciosas olas que bañan tus escritos y que presentan al final un precioso amanecer dorado, no un ocaso ceniciento.

    Sé Ave Fénix, si esa bella ave pudo resurgir de sus cenizas, ¡por qué tú no!.

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