miércoles, 16 de noviembre de 2011

La niña del lazo verde

Conozco a una niña de ojos grandes y lazo verde
que cada vez que puede se enamora
y me lo cuenta y me pide siempre
que escriba algo para leerlo y emocionarse.

Me dice a veces que le recuerdo
a un viejo maestro ora risueño, ora sombrío,
al que tanto quiso que al morir este lloró de veras
largos ríos de petróleo que cubrieron las aceras.

La niña de lazo verde y ojos grandes
acompaña cada semana a su madre
para mirar a un chico en el mercado,
que ayuda a su padre a vender fruta.

Ella, tímida, disfruta un rato de su figura
y después traspapela el sentimiento y se va
de nuevo, sin intercambiar palabra
y guardando con celo la mirada que le dedicó su adonis.

Yo sonreí y aguanté su réplica.
¿Te ríes de mí?. Jamás. ¿Entonces?
Me recordaste a Amelie y el fotomatón ¿Recuerdas?
Ella no recordaba. No importa, sigue.

Y siguió y me comentó que ansiaba de veras
acogerse a sus brazos, abrazarse a la espera
en la que el tiempo dulzón del amor pasea
y nos cubre de sonrisas y quimeras.

Aguántale la mirada y sonríe.
Que se de cuenta de que te interesa.
Me cuesta, me cuesta. Apenas le miro y me entra la risa.
Pues que te vea reír. Ya no te lo quitarás de encima.

Así es como hice reír a la niña de ojos grandes y lazo verde.
Me susurró un adiós bajito y me besó en la frente.
Y la ví alejarse, el sol poniéndose tras su silueta.
Hasta siempre, Amelie. Y volvió a reír, sin entenderme apenas.

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