miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crisis de futuro

Las urnas revelaban miedo y desconcierto,
nos hablaban de un país ingenuo,
respaldando unas elecciones tan vaticinadas que apenas hubo sorpresa.
Esa noche corrieron ríos de champán en los despachos,
vítores y risas ingenuas en los andamios,
pero otros callamos y asentimos humillados, tal vez,
quizá desilusionados por la radiografía de un país
en horas bajas que renunciaba a la ilusión y pregonaba mano dura.
Hace siete años se respiraba una sensación de cambio,
cierto aire de ilusión; el pensamiento de que se podían hacer grandes cosas,
o pequeñas, pero que habría capacidad de hacer o rehacer.
Pero la política se descompone con las ilusiones, y la crisis
es más crisis de futuro que económica.
Dicen que si el papel de las urnas respalda las tijeras de los recortes,
esto será como el juego: sólo la piedra vencerá a la tijera.
Y en cuanto las falsas esperanzas de orden se diluyan con nuevos golpes de mar,
y empecemos todos a marearnos el motín será ya tarde,
después de ejercer nuestro derecho acobardados.
Ha habido muchos errores, pero muchos pasos adelante que parece que ahora se desharán.
Y al final, como siempre, una grieta más en la utopía, una sombra más opaca en la mirada,
unos vítores vacíos que apenas entendemos y la sensación de estar fuera de lugar.
Como tantas veces, como en tantos sitios.

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