viernes, 25 de noviembre de 2011

El destino de mis cartas a Patricia

El otro día recibí un mensaje de alguien a quien no conocía;
me daba las gracias, me decía que sin conocerle
había hecho algo maravilloso por él.
Pensé que se habría equivocado,
y así se lo hice saber en mi respuesta.
Y me explicó su historia.
Resulta que estaba enamorado de una tal Patricia.
No sabía que hacer para llegar a su corazón.
Lo intentaba, acumulaba palabras preciosas,
la seguía, la apoyaba cuando estaba triste,
pero ella siempre tenía en la cabeza otros nombres,
otro rostros, otras promesas más vacías que la de mi confesor.
Mientras leía, adiviné entre las palabras sus sentimientos,
me vino a la memoria alguien que se parecía a mi y amó con el mismo ímpetu.
Buscando formas de conseguir su atención, canciones que incluyeran su nombre
o qué se yo, dio con este basurero de ideas y leyó mis cartas a Patricia.
Según su mensaje, lloró, encontró las palabras que tenía raspadas en la garganta,
y que quizá por falta de valor o concentración no conseguía sacar a relucir.
Un día se las leyó enteras. Me aseguró que no se apropió de ellas,
que en todo momento le dijo que yo era quien las escribía - o más bien que no era él,
porque desde luego la chica tampoco me conocía- pero por fin se atrevió a poner su firma,
no en las palabras pero sí en los sentimientos, y le dijo que la amaba.
Así que se besaron y ella lo abrazó y le susurró que llevaba mucho tiempo esperándolo.
En realidad eso no está en el mensaje. Prosigue con un escueto "todo fue bien",
pero no encuentro un desenlace mejor que este, ni tan siquiera más probable.
Así que ahora el chico, me agradece ingenuo por haber concretado
ese sentimiento que en ella apenas eran volutas.
Yo he sido incapaz de contestarle, aunque lo esté haciendo aquí y ahora,
porque lo máximo que hice, y quizá ni eso, fue hacerle saber al chico que la necesitaba.
A ella le hubiera dado igual mis palabras o las de otro.
Probablemente hubiera preferido las de él,
de hecho su mensaje ha conseguido emocionarme a mí sin conocerle.
El caso es que me he sentido feliz, entera y llanamente, por un segundo.
Como el náufrago que lanza una botella al mar y en las puertas del cielo,
recibe la noticia de que su carta inició una búsqueda gigante que encontró a otro hombre,
pocas horas antes de morir. Todo tiene su sentido. Todo tiene una lógica.
Cada movimiento, cada acción, determinan un resultado.
Y por fin esta historia tuvo un final feliz, si bien es verdad que alternativo.

1 comentario:

  1. Ese es el cometido del escritor. Poner "su vida" en las hojas, aunque sean virtuales como en tu caso, para que el lector las interprete y las haga suyas a su manera.
    Le has dado pistas para el inicio, él tendrá luego que hacer "el papel de su vida".

    Lo que leemos nos va "cociendo lentamente" desde el interior, sobre todo aquello que nos ha llegado. Luego interpretaremos la receta, en nuestra versión original.

    En la historia de uno mismo hay muchas historias anteriores reflejadas, no siempre van en los genes.

    Es una preciosa paradoja entre la adaptación y la capacidad de cambio humana.

    Que los que escribís ayudáis a hacer.

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