martes, 7 de junio de 2011

Respuesta de Patricia

Lloraba por lo que mis actos avivaban, por los niños tirados en la calle, por los ancianos que eran robados, por las cosas tan bonitas que escribías... en conclusión, lloraba por demasiadas cosas. Pero nunca había llorado de alegría. Y siempre me cuestioné cómo podrían hacer eso.
Nunca tuve claro que se pudiese, de hecho.


El otro día lo comprobé. ¡Dios! Es genial. Estaba en el autobús de vuelta del viaje de estudios sentada con mi amiga de toda la vida. Ibamos presumiendo de nuestro nuevo móvil del cual no nos separábamos ni un sólo instante. Detrás iba él. Todavía le quería... pero no podía hacer nada. No estaba segura de poder hacerle feliz como él merecía.


De hecho, no creo que pueda hacerle feliz a nadie.
¿Inseguridad? ¿Baja autoestima? Puede ser. Pero es inevitable. No conozco las razones por las que un tío como él: inteligente, divertido, querido y con unos preciosos colmillos podía querer a alguien como yo: bajita, normal, más gorda que delgada y sin dientes afilados a la vista.


Pero entonces, mi amiga se durmió e hicimos una parada en una gasolinera. Él tenía sueño, se percibía en su pelo desgreñado y sus ojos llorosos - aunque esos son más habituales-. Entonces, me atreví a preguntarle si podía sentarme al lado suyo y me dijo que sí. Por supuesto. Creo que el seguía queriendome y lo peor, es que yo no sabía cómo decirle que también. Que no sé por qué razón del destino, el karma, Dios o quien fuese esa fuerza provocaba un final trágico en mis relaciones.


Y se iba acercando el momento. La verdad, es que pensandolo en frío no es significativo. Pero Dios... me sentía tan bien. Bueno, no adelantemos acontecimientos.


Nos sentamos y me dejó un auricular. Me puso canciones de Ivan Ferreiro e Ismael Serrano. Me cantaba al oído y yo suspiraba por dentro. ¡Qué bonita voz!
Me apoyé en su hombro y poco a poco fui cerrando los ojos. Los abrí unas cuantas veces hasta que al fin, vi que él también los había cerrado. Y entonces, sonó una canción. Esta era de Maldita Nerea - Cosas que suenan a triste- y escuchaba la letra. Le tenía tan cerca y a la vez tan lejos. Entonces me repetí una vez más que besarle sería algo inapropiado e inconsciente. Y se me cayeron las lágrimas. Porque él me quería tal y como era y tenía que admitirlo de una vez. Porque había alguien que me podía querer y... lo mejor de amar, es ser correspondido. Y aunque no pudiera darle un beso... sentía que nos complementábamos, que siempre estaba presente y que lo nuestro nunca había terminado. No éramos buenos amigos, éramos una buena pareja. Pero sólo quedaban los restos en mi mente y en nuestros sueños.


Entonces... solo tendría que esperar. Aguantarme como lo había estado haciendo durante meses. No podía volver a hacerle tanto daño. No, por favor. No se merecía nada de eso.
En cambio, tenía que llegar el momento en el que mis deseos superasen mi lógica aplastante. Un bonito beso de despedida y reencuentro a la vez. Bonitos recuerdos que traer otra vez a la memoria. La próxima vez, dejaré que seques mis lágrimas. Junio siempre fue un buen mes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario