martes, 12 de abril de 2011

Los mismos

Le quité hierro al asunto
y puse ,sin que lo notaras,
una sonrisa cómplice en tu aldaba
que se movía con el viento inexistente del verano.

Se acabo el arrullo rutinario,
el tiriri de un despertador desconsiderado,
y abrimos sin saberlo
un abismo en nuestra historia.

Rugieron los motores de tu avión.
Cortaste el cielo con tu vuelo
y me viste pequeño.
Un puntito entre el verde.
Algo ínfimo bajo las anémonas de humo
que sugerían las nubes.

Y algo importante debió pasar
porque cuando volviste ya no eras la misma.
Quizá el ruido del avión hizo que olvidaras
nuestra música.
Quizá no te acostumbraras a mirar de nuevo
desde una misma altura, y no pudiste
dejar de verme pequeño, un desconchón
en tu suelo.

Al fin, sin trabas ni numeritos, me entregué
a la fría resignación que supuso tu último abrazo,
sabiendo ,que lejos de mí, no encontrarías tu sitio
Regando mi pena con la certeza de que la tuya
no menguaría pronto.

Te dije adiós en ese aeropuerto-geriátrico
en el que los amores van a morir
cuando la edad ya no es eludible.
Cuando la despedida está prefijada.

Te dije adiós
sin saber bien qué decir,
sabiendo que desde ese momento
nunca más seríamos los mismos.

Qué desgracia saber ahora
que sigo siendo el mismo.

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