domingo, 4 de diciembre de 2011

Que no me embarguen tu risa

Tiene tu nombre un regusto a desvelo y fracaso que atrae.
Desnudas mi condescendencia con la falsa admiración
con la que me hablas y me comprimes y me haces diminuto.
Te escucho cada vez que hablas, atento a tus pómulos, tu sonrisa sincera,
tu anacrónica inocencia y esa ingenuidad que amo
porque no se corresponde con este tiempo corrompido.
Disecciono tu acento, tu seseo arrastrado que me divierte y conmueve
a partes iguales, y raya lo divino la lividez de tu rostro.
Me reprendes por no escucharte y perderme en la admiración de tus formas
y yo sonrío y bebo de nuevo, consciente de que pronto dejaré de controlar mi impulso.
Te canto unas líneas que guardo en el recuerdo y callas, y me miras como si no me conocieras.
Se despierta una luz en tus ojos, bosteza y se estira cansada, y yo ronroneo cansado y feliz
de que al final me reconozcas. Compongo nuestra banda sonora, la sincronizo con tu risa.
Una lluvia de violines se anticipa al baile de nuestros corazones.
Vuelves a sonreír y esta vez encallo en tus labios.
Me quedo aquí. Quizá sea bravuconería porque el alcohol ya hace estragos.
Pero no pienso dejar que me embarguen tu risa.
Ya preparo la defensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario