lunes, 19 de diciembre de 2011

Queda prohibido

Ya ha llegado el frío.
Me acurruco en mi asiento mientras el autobús ruge y la mañana bosteza.
Frente a mí un hombre trajeado escribe palabras en el cristal.
El vaho se rinde a sus caricias digitales.
No alcanzo a ver las palabras.
Dibuja estrellas y nubes.
Y un sol menos redondo de lo que pretendía.
Me mira y esquivo la mirada.
Devuelvo la mía al libro que sujeto.
Le divierte la incertidumbre en mis ojos.
Sonríe y vuelve a escribir.
Tras su mano artista
las gotas de lluvia se desafían por el cristal.
Hubo un tiempo en el que yo también escribía en el vaho.
Al principio ensayaba palabras, cuando apenas sabía escribir.
Después números. Incluso algún poema.
Tiene algo romántico que el calor se lleve tus escritos.
A veces el frío los devuelve a su lugar si el conductor no limpia el cristal,
cosa que rara vez ocurre en esta hojalata rodante que me lleva cada día a la universidad.
Después escribí tu nombre
de camino al colegio, que casi no me atrevo a echar de menos.
Me sobran nostalgias y anhelos.
Me prohíbo aumentar la lista.
El tipo me vuelve a mirar.
Misma sonrisa socarrona.
Parece decirme que no es tarde
para volver a soñar.
Para proyectar mis palabras sobre el cielo gris.
Para acariciar la lluvia que se abraza al cristal.
Para perder el miedo.
Comienzo a escribir en mi lado.
Se acerca atento para leerme.
Plasmo mi memoria en el cristal.
Apenas sin esfuerzo,
las palabras fluyen de tan familiares.
Escribo "Queda prohibido" de principio a fin.
La lista de mandatos se proyecta en el cielo.
Ahora comienzan a abrirse claros.
Y el hombre sonríe de nuevo.
Esta vez su sonrisa es amistosa.

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