Esa lágrima parecía haber aparcado definitivamente en el linde de tus pestañas,
una honda arruga cruzaba tu frente,
te tragabas los sollozos
y hacías música con una llantina acallada y convulsa.
Me dijiste algo así como que no eras nada,
que no te querías,
ni merecías mi amor ni otros dones.
Repetías que no eras tan especial como creía,
y yo callaba.
Hasta que hablé y te dejé sin réplica.
"Quizá no seas nada del otro mundo,
lo innegociabe es que lo eres todo en el mío."
No hay comentarios:
Publicar un comentario