martes, 27 de noviembre de 2012

Odio

Ojalá uno pudiera elegir a su musa,
escogerla de entre cientos de sonrisas
y secretos;
tomar su mano deliberadamente,
de entre un millar de iguales levantadas,
apretarla y no soltarla.

El amor es, en cambio,
un niño consentido.
¿Por qué si no habría
de inventarte aquel día
- inventarte sí, porque antes
de depositar en tí mis sueños
tú no existías-
en que gritaste te quiero en susurros?

¿Por qué si no habría ahora de odiarte
- ha dejado de ser desamor, y lo siento,
pero este corazón marchito y decrépito
ya no atina a sentir más que odio-
aquel día en que te cansaste de amar,
en que apartaste de mí la mano que juré
nunca soltar y marchaste?

No te odio por marcharte así.
Ya no soy aquel niño ingenuo,
consentido como el destino,
que adoraba los finales felices
como otros adoran dioses y Dioses.

Si te odio es por no haber tenido el detalle,
para con este engendro que te amaba,
de echar recuerdos felices
al fuego de la adoración que por tí profesaba.

Si te odio es por permitir que te rezara
en un altar desnudo,
sin tu imagen,
sin confesiones,
sin una triste mentira con la que consolarse.

Hasta el mismo Dios
regala a veces milagros
para que infieles como tú y yo
dudemos.

Tú no.
Preferiste quemar
cualquier oasis de esperanza.
Te fuiste y aquí persisto,
en un desierto de nostalgia
y abulia,
buscando briznas
a las que adorar.

Tratando de ver
en los ojos nebulosos de otras mujeres
tan infatigable
como inútilmente,
trazos de aquel verdor que en ti aún recuerdo.

1 comentario:

  1. ¿Y por qué dices que no LA has escogido?

    Tu musa triste es ese amor intenso y verdadero que te dejó maltrecho con su ausencia.

    No estarías creando estos versos, si no te aferraras a su recuerdo, porque quieres.

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