martes, 6 de noviembre de 2012

Lágrima

Ojalá alguien le explicara, debía de pensar,
el porqué de esa lágrima
que a veces corría,
locura encabritada,
mejilla abajo,
y después ensayaba el salto
desde su barbilla.

No era soledad,
quizá nostalgia,
pero ¿de qué?
La gota por fin caía,
eterno abismo de tristeza,
manchando la tela
y la corrompida ilusión
de una felicidad proyectada.

Lo cierto es que el texto de la pantalla
llevaba tiempo muerto,
y ese ramo repentino de sentimientos encontrados
había estado muerto también
tiempo atrás,
cuando las letras vivían,
bailaban, gritaban
tratando de robar su atención,
sirenas frustradas por la indiferencia de Ulises.

El destino es una paradoja mal orquestada
y su ritmo decadente y enarmónico
habitaba esa lágrima suicida.

Lágrima que se encendía
a la vez que el ordenador
rememorando Pandoras,
traiciones y secretos,
nunca más cómplices.

Lágrima que mutaba,
humedad especulativa,
extorsión mínima al olvido,
y hubiera taladrado el tiempo y la distancia
si el orgullo no fuera un vicio inconfesable
y lo establecido el inamovible óptimo.

Cuántas veces,
cuántas veces lloraría
explicándose esa lágrima
con fórmulas inventadas,
hablándose de presentes
y quimeras,
un mal momento
lo tiene cualquiera,
y aquello ya pasó
hace tanto, tanto tiempo...

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