Disfracé mi neurosis de genio
y conseguí hacer creer a algunas musas,
risueñas y espontáneas al principio,
que mi sombra era cálida.
Disfracé mis miedos de encanto
y algunas quisieron seguirme,
aunque la brújula preguntara
siempre por el norte
y mi deambular a veces,
resultara demasiado improvisado.
Pero algo de atractivo
debieron de ver
en este tratar de encontrar
una razón de búsqueda,
y por eso algunas se dolieron
al bucear en mi bizantinismo
y verse bailando en un teatro
vacío y mal iluminado.
Al menos allí hace calor.
Al menos, aún siendo yo
la única audiencia
de sus giros de ingenio
y sonrisas,
nunca escucharán
un aplauso más sincero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario