A veces me deprimo. Me gustaría entonces
ser el hombre del metro, el hombre anuncio
que camina en la calle. Ese muchacho
que abraza en una esquina la carne deseada.
Son instantes
que duran lo que dura nada y todo.
Quisiera ser tan sólo alguien que bebe
un vino en la taberna y que disfruta
al ver pasar la tarde por los cristales sucios.
Olvidar el pasado. Y el presente
construirlo con un cigarro rubio, una palabra
sencilla, como el aire de tu boca.
No sé hasta donde
me llevan los impulsos y el deseo.
Estoy cansado, deseando
no tener compromisos ni esperanzas.
Olvidar que la vida se me agolpa
deprisa en la garganta y en el alma.
Y que vivir es eso: los instantes
que habitan entre los unos y los otros. Me parece
que no hay mayor desolación que el encontrarse
de noche sin tener alguien que diga:
“De donde vienes
tan tarde y tan cansado”
REMEMBRANZAS (DOMINGO RIVAROLA)
ResponderEliminarSigo
tocando
las cosas
que fueron tuyas,
los espejos,
relojes,
anillos,
postales
desteñidas,
en fin,
todas las cosas
que quedaron dispersas
en los armarios
y los interminables
rincones de la casa.
¿Qué ha quedado
de ti
en estos objetos?
¿Qué es lo que permanece
de alguien
que ya no regresa?
¿Qué retiene
el recuerdo
de las cosas que pasaron
y ya no existen?
Sigo hurgando
en los imperceptibles
escondrijos
donde guardabas
tus secretos,
silencios
y las intermitentes
tristezas
que te volvían tan distante
y desconocida.
Algunas
madrugadas
despierto
sin encontrar
una lumbre
siquiera
que llenara mi cuerpo
con la misma fiebre
que me inundaba
tu sola presencia.
Me pregunto
una
y otra vez,
¿Cómo explicar
que sea tan poco
lo que queda
después de las despedidas?
¿Por qué
se adueña
de nuestra vida
un vacío
tan inmenso?
Es como si los días
venideros
no auguraran otra cosa
que una inexorable
agonía.
Sigo
buscando
en los intersticios
de tu alcoba
algún recuerdo
que haya sobrevivido,
una palabra,
un deseo,
un canto,
un retazo
de tus risas
interminables
o siquiera
un resto
de esa llama
que encendía
nuestros cuerpos
como retamas
envejecidas.
En mi desaliento,
sigo
hurgando
en cada rincón
de la casa,
en los recodos
de los caminos,
en tus momentos
de silencio
y en el recuerdo
de aquellas
lágrimas
invisibles
que antecedieron
tu partida.
No encuentro
cosas
ni palabras
que atenúen
tanto desasosiego.
Nada
aparece
en estos antiguos
sitios
que de un nuevo aliento
a los relojes,
las brújulas
y los calendarios.
Nada aparece
que detenga
tantos naufragios,
ni siquiera
indicios
que presagien
tu regreso.
bufff...
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