Pasea- se arrastra, mejor dicho-
un anciano de pelo acorde a este día invernal,
y los copos que caen se mimetizan y deshacen en sus hombros.
Ya vio nevadas semejantes:
Un invierno la ventisca le retuvo en casa durante semanas.
Otro, nevaron bombas y metralla.
Y sin embargo, a los telediarios parece asustarles un poco de nieve.
En esas estaba el viejo cuando
le arrancaron de sus cábalas.
Una niña,
-poco más de dos años- chilló y rió
vomitando la sorpresa que le reparaba tanta magia cayendo.
Abría y cerraba las manitas, mirando el dorso y la palma de la mano.
Abría la boca y besaba los copos, los acariciaba con la lengua.
El viejo miró a la niña y fue como si aquella estampa le hubiera quitado el polvo
de tantos inviernos sin nieve ni abrazos.
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