Era la suya, lo reconozco,
una locura bien ensamblada.
No era fácil
intuirla.
A veces se asomaba
por sus ojos,
nebulosa.
A veces se abrazaba
a sus palabras,
incongruente.
He vivido tanto tiempo
enamorado del dolor
de la locura
que me avine a temerla.
A pesar de todo,
su locura,
seductora y terrible,
atractiva y punzante,
acabó siendo
la llave de mi celda.
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